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Que buen silencio

Aquí estoy

manuelita otero

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“Aquí estoy.” Haz una pausa y deja que esta frase penetre en tu mente. Hay algo en ella. Un sentido de disposición, buena voluntad y una hermosa conciencia más allá de lo que parecemos ser capaces de lograr en nuestro día a día.

Con frecuencia he leído esta frase en la biblia y siempre me ha llamado la atención. En Génesis leemos que Dios llamó a Abraham y él contestó: “aquí estoy”. Dios le dice a Abraham que lleve a su hijo Isaac y lo ofrezca como sacrificio. Ni siquiera puedo imaginar lo que empezó a pasar por la mente de Abraham. El hijo que Dios le había prometido, el hijo que Abraham había esperado por años y que llegó como un milagro, ¿ahora lo tenía que entregar como un sacrificio? Pero Abraham no dejó que sus preguntas le estorbaran. Él probablemente no pudo dormir esa noche intentando encontrarle sentido a la petición de Dios, pero su necesidad de obtener respuestas no iba a detener su obediencia y sin demora “a la mañana siguiente, Abraham se levantó temprano. Ensilló su burro y llevó con él a dos de sus siervos, junto con su hijo Isaac. Después cortó leña para el fuego de la ofrenda y salió hacia el lugar que Dios le había indicado” (Génesis 22:3). Amo su determinación para cumplir. Me imagino que Abraham tuvo que levantarse temprano y seguir adelante para que su miedo y dolor no lo detuvieran. Cuando Abraham estaba listo para obedecer como se le había indicado, él escuchó a Dios llamándolo. La respuesta de Abraham de nuevo fue “Aquí estoy”. Dios le dijo que no lastimara a su hijo y Dios le proporcionó un cordero como sacrificio en vez de su hijo Isaac. 

Jacob, Moises, Samuel, Isaías y Ananías, todos, respondieron de la misma manera cuando Dios los llamó. Todos dijeron “aquí estoy”, listos para seguir la voluntad de Dios sin importar qué difícil pudiera ser. Su conexión con Dios y su obediencia me impresionan y me recuerdan la importancia de estar en el presente. 

Yo no sé si pudiera responderle a Dios con esa rapidez. Temo que la mitad del tiempo ni siquiera lo escucho llamarme porque “no estoy aquí”. Es posible que todavía esté pensando en las cosas que debería haber dicho, hecho o evitado en el pasado. De pronto esté en mi ayer o tal vez en mi mañana. Es difícil estar preparado para escuchar el suave llamado de Dios si no estoy aquí presente. ¿Cómo puedo tener una conversación continua con Dios? ¿Cómo puedo oír su voz si la mía es cada vez más fuerte? Dios no grita, Él ama los susurros. Él dulcemente nos llama y pacientemente espera por nuestra respuesta. 

“... Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y Él les dará todo lo que necesiten. Así que no se preocupen por el mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones. Los problemas del día de hoy son suficientes por hoy.” (Mateo 6:33-34) Primero, lo primero. Este es mi deseo y mi objetivo cada día y también uno de los más difíciles de alcanzar. Siempre he tenido problemas para quedarme quieta, hacer una pausa y escuchar, pero eso es exactamente lo que necesito hacer para estar presente en el momento. Esa es la clave para estar “acá”, para hacer mi tiempo de oración con Dios una prioridad y lo primero en mis mañanas. Así, puedo poner el tono para el resto del día y hacer de la oración una conversación continua con mi Papá mientras paso el día disfrutando el regalo de vivir el  aquí y el ahora. 

Manuelita 


Dios sabe tu nombre

manuelita otero

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Mi cumpleaños se acerca y usualmente no me gusta hacer mucho bombo al respecto. No me malentiendan, yo amo celebrar la vida y comer pastel, pero no me gusta ser el centro de atención. Menciono esto porque la semana pasada mis hijos me preguntaron cómo me gustaría celebrar y, esta vez, en vez de evitar la pregunta y dejarla pasar, he estado pensando en la respuesta. Después de mucho pensarlo, decidí que lo que más feliz me hace es una noche en familia, que normalmente se extiende a amigos y a cualquier persona cercana que pueda venir y quiera pasar un rato con nosotros. Hay algo especial cuando estás rodeada de personas que amas. Nosotros nos sentamos alrededor de la mesa y cada persona comparte sus altos y bajos de la semana. Prestamos atención y hacemos preguntas. Se siente bien porque nos cuidamos unos a otros, ¡y en realidad lo hacemos! Ese es mi momento favorito: un espacio seguro en medio de cualquier cosa que estemos enfrentando. ¿Y qué mejor que tener un momento así de cumpleaños en medio de la difícil situación que estamos viviendo justo ahora? 

El otro día, cuando estaba en mi tiempo a solas con Dios, leí un versículo que ya había leído en varias oportunidades, pero esta vez me sacudió al punto de las lágrimas. Estaba leyendo Juan 20 que nos cuenta de esa mañana en la que María Magdalena fue a la tumba de Jesús y la encontró vacía. “María estaba afuera de la tumba llorando“Apreciada mujer, ¿por qué lloras? —le preguntó Jesús—. ¿A quién buscas? Ella pensó que era el jardinero y le dijo: —Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo puso, y yo iré a buscarlo. —¡María! —dijo Jesús. Ella giró hacia él y exclamó: —¡Raboní! (que en hebreo significa Maestro)” Juan 20:11, 15-16. Aún no entiendo por qué esto me tocó de manera tan profunda. Pero me puse en el lugar de María. Ella tal vez estaba abrumada con sus emociones, tristeza, frustración, confusión; probablemente agotada de tanto llorar y de no tener claridad acerca del futuro, y en un segundo Jesús cambió todo. Él pudo no haber dicho nada, pero Él dijo su nombre y ella lo reconoció de inmediato. Ese momento tuvo que haber sido increíblemente poderoso. 

Estuve leyendo un poco acerca de los efectos de escuchar tu nombre.  Hay varios tests clínicos y estudios científicos que prueban que escuchar nuestro nombre activa nuestro cerebro de una manera particular. El nombre de una persona es parte de su identidad, tiene mucho que ver con quién es esa persona. Necesitamos ser escuchados y que sea notoria nuestra presencia. Cuando la gente usa nuestro nombre nos sentimos importantes, aceptados y valorados.  

Jesús vio a María Magdalena esa mañana, Jesús vio a Saulo cuando iba de camino para Damasco y Él lo llamó por su nombre: “Saulo cayó al suelo y oyó una voz que le decía: —¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me persigues? (Hechos 9:4). Jesús vio a Zaqueo “...Cuando Jesús pasó, miró a Zaqueo y lo llamó por su nombre: «¡Zaqueo! —le dijo—. ¡Baja enseguida! Debo hospedarme hoy en tu casa». (Lucas 19:5). Jesús vio a Martha y cuando ella estaba ocupada en sus preparaciones y oficios, “El Señor le dijo:—Mi apreciada Marta, ¡estás preocupada y tan inquieta con todos los detalles! (Lucas 10:41). Él vio a muchas personas de la misma manera en que te ve a ti “El Señor mira desde el cielo y ve a toda la raza humana”. (Salmos 33:13) Él conoce todo de ti y Él te ama mucho más de lo que tú te puedas imaginar. Permite que Él sea la fuente de la paz, el descanso y la sabiduría que tú y yo necesitamos mientras vivimos en nuestra humanidad y enfrentamos el estado del mundo en este momento. Permite que Él sea tu foco para que así no pierdas visión y esperanza. Hay una forma, hay una solución y somos parte de ella, pero primero necesitamos encontrar nuestra paz interior y saber que no estamos solos. Estamos siendo observados y escuchados por el Creador y el Único a cargo de todo. 

Manuelita 

Cuestión de confianza

manuelita otero

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A mí me gusta hablar. Hablar con mis amigos, familia, extraños y, por supuesto, hablar con Dios; de hecho, mucho. Con frecuencia manejo sin música, entonces puedo tener largas conversaciones con Él y me he dado cuenta que me la he pasado dándole a Dios “grandes” ideas para resolver las situaciones que atravieso. 

Yo le ofrezco varios escenarios y diferentes resultados, pero la mayoría de las veces Dios no toma en cuenta ninguna de mis sugerencias y las cosas no toman el rumbo que yo había imaginado. Con frecuencia olvido mi lugar y últimamente Dios me ha recordado lo que pequeña que soy y lo mucho que necesito confiar en Él. ¿Cómo puedo realmente saber qué es lo mejor para mí? Dios sí sabe el plan completo. Él lo creó. Él sabe el comienzo, el final, cada cosa que pasa en el camino… cada detalle. Yo sólo veo una instantánea tan pequeña que no puedo adivinar ni suponer qué sigue.  “Presten atención, ustedes que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y nos quedaremos un año. Haremos negocios allí y ganaremos dinero». ¿Cómo saben qué será de su vida el día de mañana? La vida de ustedes es como la neblina del amanecer: aparece un rato y luego se esfuma. Lo que deberían decir es: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello»” (Santiago 4:13-15)

Debo tener humildad, entender mis responsabilidades y habilidades, y seguir el plan de Dios para mi vida. Así que me he estado diciendo: Si pensaba que mi plan era bueno, ni siquiera puedo imaginar lo increíble que será el plan de Dios para mi vida, porque sus planes son perfectos. “Pues yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza”. (Jeremías 29:11) Yo lo sé, lo he leído varias veces, pero es difícil pasar de saberlo a vivirlo. Entonces qué podemos hacer cuando necesitamos humillarnos delante de Dios para que Él guíe nuestros pasos:

  • ¿En qué te estás enfocando? Presta atención en qué estás invirtiendo tu energía y tu tiempo. Si te enfocas mucho en lo que no tienes o en lo que quieres, te vas a perder todas las bendiciones que Dios ha preparado para ti justo para este momento, para esta etapa de tu vida.

  • Conoce las promesas: Lee la palabra de Dios y date cuenta que Sus promesas son para ti. Él es fiel y las cumplirá. Recibe fuerza de Su Palabra.

  • Adora: Hay poder en la alabanza y la adoración. Puede que no tengas ganas de cantar una canción de alabanza, pero cuando la cantas cosas increíbles suceden en el ámbito espiritual. Adorar a Dios es exactamente lo que necesitamos... Siempre.

  • Ora: Cuando las cosas no van como quieres, ora. Has una oración por ti mismo y también por los demás. Presta atención a las personas que Dios está colocando en tu corazón y ora. Me he dado cuenta que cuando me siento triste y oro por otras personas, empiezo a ver la imagen más grande y dejo a un lado mis dificultades.

  • Confía en Dios: Por encima de todo, confía en Dios. Sea lo que sea que estás atravesando, confía en que Dios te va a fortalecer para continuar. Confía en que los planes de Dios son mucho mejores de lo que jamás pudiste imaginar y ten la certeza de que nunca estás sola. 

Dios usualmente no hace las cosas de la forma que nosotros creemos que debería hacerlas y yo estoy agradecida por eso. Cuando miro hacia atrás, veo que Él ha usado momentos duros y complicados para formarme, enseñarme, limpiarme, bendecirme y -aún más importante- para recordarme que pasar tiempo en Su Presencia es todo lo que necesito.  

Manuelita 


Fe real

manuelita otero

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La semana pasada comencé a pensar en lo que iba a escribir. A medida que los días pasaban, varias ideas fueron surgiendo y el sábado ya había escogido el tema. Luego, llegó el domingo y Dios claramente me mostró lo que debía escribir cuando estando en la iglesia escuché lo siguiente: “la mayoría de nosotros no tenemos el suficiente fuego para vivir con la fe y el coraje que Dios quiere que vivamos”. Yo sentí que Dios me estaba sacudiendo un poco para llamar mi atención. Lo interesante es que fuego y fe, más allá de lo comprensible, son palabras que han estado rondando mi cabeza, pero sabía que si iba a escribir sobre este tema iba a tener que profundizar y ser honesta conmigo misma. Yo soy “la mayoría de nosotros”. Mi vida definitivamente necesita más fuego si quiero vivir la vida que Dios ha planeado para mí. 

Si crees en Dios, ¿para qué le estás creyendo?¿Qué es eso que tanto estás esperando de Él? De una u otra forma siempre estamos pidiéndole a Dios algo, todos estamos esperando. Y eso está bien porque debemos pedir y debemos esperar con gran expectativa, pero el problema aparece cuando ponemos nuestra vida en pausa mientras esperamos. Muchas veces lo que estamos pidiendo, por lo que estamos esperando, nos distrae y no notamos las muchas cosas que Dios está haciendo y quiere hacer en nuestra vida. Nos enfocamos en lo que queremos y perdemos de vista el resto. El plan de Dios para nuestra vida es más grande de lo que estamos pidiendo y por lo que estamos esperando o mucho más grande que los problemas que enfrentamos día a día. Por eso necesitamos fuego para alimentar nuestra fe más allá de lo que podemos ver, de lo que queremos y de lo que estamos sintiendo. Yo quiero tener una fe gigante, ese tipo de fe que hace que la gente lo note. No por lo que yo haga o diga, sino porque se nota que es Dios quien está al frente, quien está haciendo lo imposible. Toda la gloria es para Él.  

En Daniel, en la biblia, leemos como Sadrac, Mesac y Abednego se negaron ante el rey a adorar una estatua de oro que el rey había creado. “¡No hace falta que nos defendamos ante su majestad! Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de su majestad. Pero aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua”. (Daniel 3:16-18) Este tipo de fe es la que yo quiero para mi vida. Quiero creer en lo imposible y vivir llena de gozo, no por mi situación o mis circunstancias, sino porque Dios está presente en mi vida y Él es más que suficiente. Quiero recordar que si mi plan falla, es porque el plan que Dios tiene para mí es mucho mejor de lo que yo quiero. Por lo tanto, ¿cómo no estar emocionada? Y esto no es hipocresía. No estoy minimizando el dolor, ni las dificultades, ni la tristeza. La vida es confusa y a veces complicada, pero necesito recordar que Dios es más grande que cualquier cosa que yo esté enfrentando y que Él siempre tiene la última palabra. Necesito mirar atrás para recordar todo lo que Dios ha hecho en mi vida en el pasado y así poder mirar hacia el futuro segura de que va a ser muy bueno. 

Tengo que ser honesta: no voy a recibir una fe ardiente y vehemente si sólo se la pido a Dios durante los diez minutos que le dedico en la mañana. Es algo que va tomar tiempo y que voy a lograr haciendo cosas como tener ratos en silencio disfrutando de Su compañía. Sólo necesito darme el regalo de tener tiempo con mi Creador y, aunque pudiera parecer obvio, ¿quién no quisiera esto? Pero si soy honesta, muchas veces decido hacer otras cosas y no le doy a Dios el tiempo que Él se merece. Si quiero una vida llena de fuego, de fe ardiente como la que Dios ha planeado para mí, necesito estar llena de Él, compartir más tiempo con Él, contarle mis cosas y vivir escuchándolo a Él. En un mundo “hiperconectado”, no puede existir para mí una mejor conexión que estar conectada con Él.

Manuelita 

Luchando contra Dios

manuelita otero

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¿Alguna vez te has sentido cansada, frustrada, y agobiada? ¿Alguna vez le has dicho a Dios “qué está pasando”, “qué estás haciendo”? ¿O le has preguntado dónde está?” Luchamos con Dios más de lo que creemos o más de lo que nos gustaría aceptar. Usualmente son discusiones “pequeñas” que van y vienen, pero a veces hay unos combates o batallas que cambian vidas.  

En Génesis 32 leemos acerca de Jacob luchando contra Dios. Fue una noche bastante estresante para Jacob: Él estaba a punto de ver a Esau, su hermano mayor, a quien Jacob había suplantado, quitándole así los derechos de hijo mayor y robándole la bendición de su padre Isaac, al engañar a este último usando una sopa de lentejas (Génesis 25, Génesis 27). Jacob tenía mucho de qué preocuparse esa noche y no sabía qué esperar. Temía por su familia, por sus propiedades y hasta por su vida misma. Pero las razones que Jacob tenía para luchar contra Dios no estaban limitadas a lo que estaba sucediendo en ese momento. Jacob había enfrentado la decepción desde su nacimiento. Su nombre significa “Tomador del talón, el que suplanta”, entonces, esa noche, sólo en la oscuridad, estaba probablemente agotado de todas las cosas que había experimentado a lo largo de su vida.

Jacob conocía a Dios y Dios lo bendecía, pero pareciera que Jacob acudía a Dios sólo buscando sus propios intereses. Jacob vio a Dios como un proveedor, como alguien que lo podía ayudar, bendecir y que además podía sacarlo de apuros en momentos difíciles. ¿Te suena familiar? ¿Qué tan a menudo acudimos a Dios pidiéndole, orando y esperando algo de Él para nosotros? Solemos poner nuestros pensamientos y sentimientos sobre los propósitos e instrucciones soberanas de Dios. Le pedimos que arregle las situaciones en las que nos hemos metido y oramos para que Él cambie lo que nosotros sentimos que es injusto. Ahí es cuando luchamos contra Dios, ahí es justo cuando discutimos con Él, nos quejamos y le rogamos. Limitamos nuestra visión y decidimos ver las cosas a nuestra manera y no a la suya. Olvidamos con quien estamos hablando. Olvidamos que Dios es soberano y lo rebajamos a nuestro nivel, a nuestros pensamientos, entonces basamos nuestra fe y confianza en las personas y en las situaciones, en vez de enfocarnos en Él y en su Palabra.

Luchamos contra Dios pensando que tenemos el derecho de hacerlo y que nuestros planes son mejores. A menudo fallamos entendiendo la inmensidad de Dios, su gloria y su poder; y lo reducimos sólo a lo que nosotros podemos entender. Cuando luchamos contra Dios, creamos un espacio en el que nuestra frustración se encuentra con la gloria de Dios y simplemente no lo podemos comprender. Nuestro dolor, nuestros deseos, nuestros pensamientos e ideas se encuentran con el plan perfecto de Dios, con su poder y el temor “sano” de saber quién es Él.

Luchar contra Dios te cambia. Entender tu lugar en contraste con el lugar de Dios es impresionante y puede ser algo abrumador. Someterte a Dios te da la libertad para dejar ir lo que estás poniendo antes que Él en tu lista de prioridades y así podrás recibir todo lo que Dios ha preparado para ti.

“¿Acaso nunca han oído? ¿Nunca han entendido? El Señor es el Dios eterno, el Creador de toda la tierra. Él nunca se debilita ni se cansa; nadie puede medir la profundidad de su entendimiento. Él da poder a los indefensos y fortaleza a los débiles”. Isaías 40:28-29

Manuelita  @manuelitaotero

¿Estás "saliendo rumbo a" o "quedándote en"?

manuelita otero

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¿Alguna vez has entrado a una habitación y se te olvida rápidamente a qué fuiste? ¿O comenzaste tu día lleno de ideas, proyectos y objetivos solo para ver al final del día que no lograste ninguno? Es fácil distraerse, perderse en un mar de “cosas” que requieren nuestra atención y se roban nuestro tiempo. Las pequeñas distracciones puede que no parezcan ser un gran problema, ¿pero qué tal si hay algo más profundo? ¿Si hay algo que no sólo te distrae, sino que también está evitando que vayas a donde Dios quiere que vayas?

“Téraj salió de Ur de los caldeos rumbo a Canaán. Se fue con su hijo Abram, su nieto Lot y su nuera Saray, la esposa de Abram. Sin embargo, al llegar a la ciudad de Jarán, se quedaron a vivir en aquel lugar, y allí mismo murió Téraj a los doscientos cinco años de edad.” (Génesis 11:31-32) Había un plan claro, un comienzo y un destino final, pero algo sucedió mientras viajaban del punto A al punto B. No sabemos qué pasó y qué hizo que cambiaran los planes, pero podemos tomar este versículo y observar que al aplicarlo a nuestras vidas nosotros también tenemos recorridos por completar. Puede que sean viajes físicos o otro tipo de “viajes” que hacemos en la vida. Lo cierto es que cada día comenzamos con un papel en blanco y, si queremos, con una lista de metas para ese nuevo día; metas que eventualmente nos ayudarán a lograr un objetivo mayor. Todo es un viaje... paso por paso, punto por punto.

Mirando el versículo en Génesis, estas palabras llamaron especialmente mi atención: “salió rumbo a” y “se quedaron”. Cuando pienso en la expresión “salió rumbo a”, pienso en algo emocionante: en una oportunidad, en algo grande y positivo. Por el contrario, la expresión “se quedaron” me hace pensar en estar conforme o resignado con algo, a sabiendas de que hay algo mucho mejor y más grande que podría alcanzarse. Las decisiones que nos hacen sentir en “lugares” muy seguros puede que no sean siempre las mejores. ¿Dónde estás tú? ¿Estás “saliendo rumbo a” o “quedándote en”? ¿Hay un lugar donde tú sabes que debes ir y un objetivo que sabes que Dios ha puesto en tu corazón, pero el trabajo es muy difícil, los retos demasiado altos, el sueño parece ser muy grande y has decidido “quedarte en”?

Es fácil hacer estas preguntas, pero encontrar las respuestas puede ser un reto más grande. ¿Cómo puedes lograr conseguir las respuestas? ¿Cómo puedes saber si de verdad estás donde debes estar o si sólo estás en un punto seguro, pero que no es necesariamente el mejor para ti? Podemos encontrar una pista en el siguiente versículo: “El Señor le dijo a Abram: «Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré… Abram partió, tal como el Señor se lo había ordenado” (Génesis 12:1;4) Dios tenía un plan y ese plan no cambió por las circunstancias o las decisiones que las personas tomaron en ese momento. A Dios no se le olvidó a dónde le había indicado a Teraj ir. El destino final no cambió, así que Dios le dijo a Abram que recogiera sus cosas y comenzara el viaje. Y Dios hace lo mismo en nuestras vidas. ¿Cómo se ve eso reflejado en tu día a día? Puede que no escuchemos la voz de Dios tan claramente como Abraham, pero eso no quiere decir que Él no nos esté hablando. Dios nos conoce mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos y nos habla de diferentes maneras. A algunas personas les habla por medio de sueños, a otras mientras disfrutan el silencio rodeados de naturaleza, y a otros les habla, incluso, en medio de una ruidosa ciudad. Dios utiliza señales, personas y situaciones para decirte sus planes. Toma tiempo para escribir los pensamientos e ideas a medida que van llegando a tu mente y luego mira a tu alrededor por pistas, señales o confirmaciones clave.

Hay un plan, Dios tiene un propósito para tu vida y quiere guiarte. Pregúntale, saca tiempo para escuchar Su respuesta y alístate para seguir Sus instrucciones. ¿No te parece emocionante saber que Dios es nuestro guía? ¿No te parece emocionante pensar que hay un propósito grande para ese emocionante viaje al que llamamos vida?

Manuelita

Alguien te necesita

manuelita otero

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A veces la vida se siente un poco más pesada de lo normal. Las batallas parecen ser más difíciles y nos sentimos agobiados por todo. La vida es bella, un regalo maravilloso que debemos cuidar y valorar, pero no siempre es fácil hacerlo. Las últimas noticias sobre el suicidio de dos personajes muy conocidos es sólo la punta del iceberg de un problema que resulta demasiado real para muchas personas alrededor del mundo. Personas que conocemos, personas a quienes nunca hemos visto, personas que parecen tenerlo todo y otras que han perdido mucho. Desde jóvenes hasta mayores de edad -pasando por toda clase de caminos de vida- el riesgo de suicidio desafortunadamente está ahí.

Veo esta epidemia y mi corazón sufre. Me pregunto una y otra vez: ¿por qué? Y pienso si hay algo que yo pueda hacer realmente. Me pregunto si alguien sentado a mi lado está sintiendo ese vacío que quiere arrebatarle toda esperanza y que yo, ocupada en mi día a día, puede que ni me de cuenta y, por lo tanto, no haga nada. 
A veces los problemas parecen tan grandes que nos hacen pensar que las soluciones están fuera de nuestro alcance. Otras veces pensamos que cualquier cosa que hacemos es demasiado pequeña como para hacer una diferencia positiva. Puede que mi círculo de amigos y conocidos sea muy pequeño, pero aún así ¿cómo puedo ayudar? La verdad es que todo lo que hago es importante y si estoy dispuesta a caminar en fe y enfocarme en lo que sí puedo hacer en donde estoy y con quienes están a mi lado, seguro me sorprenderé.

Buscando dirección, paz y respuestas, corro a Dios con mi corazón al revés -sabiendo que no puedo ayudar a todo el mundo- pero que tal vez sí puedo ayudar a alguien, al menos. También corro a él siendo realista y siendo consciente de que debo estar pendiente de mis propios sentimientos para no dejar que la tristeza consuma demasiado de mi tiempo y energía.

¿Qué hacer entonces cuando crees o notas que la tristeza extrema ronda por tu vida y por la de personas a tu alrededor?

-Haz algo (lo que puedas):
“...y uno de ustedes le dice: «Adiós, que tengas un buen día; abrígate mucho y aliméntate bien», pero no le da ni alimento ni ropa. ¿Para qué le sirve? Como pueden ver, la fe por sí sola no es suficiente. A menos que produzca buenas acciones, está muerta y es inútil. (Santiago 2:16-17) Me gusta la realidad de este versículo. Muchas veces decimos palabras que animan, pero no hacemos nada ¿De qué sirve esto? Si podemos, hagamos algo. Puede ser tan simple como un texto, una llamada, una nota para dejarle saber a alguien que lo estamos pensando. Las personas escuchan cuando saben que hay alguien pendiente y eso lo notan con acciones. Las palabras amables son buenas, pero las acciones son las que de verdad cambian vidas. ¿Qué puedes hacer hoy por alguien? (Eso te incluye a ti misma). No se trata de solucionar los problemas de los demás, se trata de estar a su lado mientras ellos mismos los solucionan.

-Comunidad: 
¿No te parece interesante que a medida de que aparecen más y más oportunidades de conectarnos gracias a la tecnología, también aparecen más y más personas que se sienten solas? La comunidad es algo maravilloso que hemos dado por sentado. Todos necesitamos a esa persona que podemos llamar a cualquier hora para que nos ayude cuando pasamos por un momento difícil. Alguien que nos escuche sin juzgarnos y que no le cuente a todo el mundo nuestros problemas. Pero también necesitamos ser esa persona para alguien, porque este viaje es largo y duro, aunque también puede ser maravilloso cuando se cuenta con la compañía adecuada. “Como el hierro se afila con hierro, así un amigo se afila con su amigo” (Proverbios 27:17)

- Conoce a tu enemigo: 
El conocimiento es poder y cuando sabemos contra qué estamos peleando tenemos ganada la mitad de la batalla. Siendo realistas acerca de lo que estamos sufriendo y ayudándoles a otros a entender por lo que están pasando, tenemos la clave para poder definir las estrategias, y así poder enfrentar lo que sea. Todos estamos en una batalla en este momento, siempre estamos lidiando con algo. La gran diferencia es que hay personas que han aprendido a identificar contra qué es su batalla, entonces saben cuándo están siendo atacadas y lo pueden controlar mejor. Mira con honestidad tus asuntos. Mientras más honesta seas, mejor preparada estarás. “Pues no luchamos contra enemigos de carne y hueso, sino contra gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible, contra fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales. Por lo tanto, pónganse todas las piezas de la armadura de Dios para poder resistir al enemigo en el tiempo del mal. Así, después de la batalla, todavía seguirán de pie, firmes”. Efesios 6:12-13

La vida en la tierra no es perfecta, pero podemos encontrar paz cuando compartimos tiempo con Dios y descansamos en Él. Hay mucho que no entendemos (y lo más probable es que no lo entenderemos mientras estemos aquí), pero no todo tiene que tener sentido. Realmente no necesitamos respuesta a todas nuestras preguntas. Sólo necesitamos paz durante la tormenta. “Les he dicho todo lo anterior para que en mí tengan paz. Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo”. (Juan 16:33)
 
Tú y yo podemos hacer mucho más de lo que imaginamos, podemos ayudarnos mutuamente a navegar por la vida, nos podemos abrazar fuertemente cuando las olas se pongan fuertes y celebrar juntas la belleza del mar calmado.

 Manuelita

¿Tu propósito importa? ¡Claro que importa!

manuelita otero

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¿Alguna vez te has preguntado si la vida es algo más? Con frecuencia me pregunto si estoy haciendo todo lo que podría estar haciendo. No me refiero a añadir más cosas a mi día a día, sino a hacer más de lo que realmente debería estar haciendo: usando mi tiempo sabiamente, desarrollando mis fortalezas y enfocándome en mi propósito. Tenemos una misión específica, ciertas habilidades y talentos y estamos donde estamos por una razón especial, pero desafortunadamente nuestro propósito muchas veces se pierde en un mar de ocupaciones, obligaciones y suposiciones hasta que nos contentamos con apenas lo suficiente. 

Hablar sobre nuestro propósito es emocionante y a veces muy común, sin embargo solemos distraernos en la conversación en vez de enfocarnos en el “hacer”. La verdad seguir nuestro propósito no es fácil. Es un proceso que puede comenzar con dudas acerca de nosotros mismos, luego con dudas sobre de los demás, juicios, críticas, dificultades financieras y muchos retos. ¿Entonces por qué deberíamos seguir nuestro propósito si pareciera tan difícil hacerlo? De pronto los siguientes puntos te puedan ayudar a encontrar respuestas:   
 
- El qué:
Antes de que nacieras Dios tenía un plan para ti. El plantó una idea en tu corazón, un plan, un pensamiento, una misión. Puede sonar tan imposible que ni siquiera lo has considerado, pero siempre está ahí y parece no irse. Ese es tu propósito y es grande, es importante.  "Te conocía aun antes de haberte formado en el vientre de tu madre; antes de que nacieras, te aparté y te nombré mi profeta a las naciones" Jeremías 1:5
 
- Las herramientas:
Muchas veces tenemos una idea, pero no pensamos poder realizarla, nos sentimos inadecuados para los sueños que Dios pone en nuestro corazón, entonces usualmente esperamos a sentirnos “listos” -lo más probable es que nunca nos sentiremos listos-, pero lo cierto es que sí tenemos lo que necesitamos dentro de nosotros: necesitamos identificar nuestras fortalezas, desarrollarlas, aprender, crecer y confiar en Dios. “Dios, de su gran variedad de dones espirituales, les ha dado un don a cada uno de ustedes. Úsenlos bien para servirse los unos a los otros”. 1 Pedro 4:10

El momento:
Puede que tengas un sueño, algo que sabes que Dios quiere que persigas, y muchas veces pareciera que no importa qué hagas, nada sucede; ninguna puerta parece abrirse y todo pareciera terminar en un final muerto. Es tan frustrante sentir un sueño tan fuerte en nuestro corazón y sentir que nada de lo que hacemos nos está llevando a cumplir ese sueño. No te canses de creer, de prepararte, de confiar. Dios nunca se queda quieto, Él está trabajando tras bambalinas aunque tú no lo veas. “Esta visión es para un tiempo futuro. Describe el fin, y este se cumplirá. Aunque parezca que se demora en llegar, espera con paciencia, porque sin lugar a dudas sucederá. No se tardará”. Habacuc 2:3
   
La dirección:
Muchas veces cuando somos apasionados sobre algún tema creemos saber qué dirección tomar, y puede que le pidamos a Dios que bendiga nuestros planes y que nos siga, en vez de preguntarle a Él cuál es su plan y seguir su dirección. Ir tras tu propósito se trata de seguir la  dirección de Dios porque Él es el único que nos puede mostrar el camino. “Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar”. Proverbios 3:5-6. Saca tiempo para preguntarle a Dios y luego escúchalo y recuerda que Él habla de diferentes maneras, mantén tus ojos bien abiertos.
 
- La razón:
Siempre es bueno preguntarte por qué estás haciendo lo que estás haciendo. La razón detrás de nuestras acciones nos dan dirección y entendimiento. Cuando entendemos que nuestro propósito es glorificar a Dios con nuestras vidas y que todo lo que hacemos es por Él, entonces todo tiene un nuevo significado, no hay trabajo demasiado pequeño ni posición pequeña, todo hecho con la actitud correcta es algo que hacemos para glorificar a Dios, lo hacemos por Él. “Traigan a todo el que me reconoce como su Dios, porque yo los he creado para mi gloria. Fui yo quien los formé”. Isaías 43:7

¿Suena sencillo cierto?... ¡Si fuera así de fácil! Cuando se trata de seguir nuestro propósito el viaje está lleno de preguntas, decisiones emocionantes, de pronto inconvenientes y cada vez más preguntas, pero cada paso que tomamos hacia nuestro propósito vale la pena.
 
Si hablar sobre tu propósito y cómo seguirlo es emocionante, imagínate cómo se debe sentir dedicar cada día a acercarte al sueño que Dios ha puesto en tu corazón, a disfrutar el viaje, a tomar pasos -pequeños y grandes- y a celebrar cada victoria. 
 
Manuelita

Si Dios es bueno, ¿por qué permite cosas malas?

manuelita otero

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Alguna vez te has preguntado, “si Dios es bueno, por qué permite cosas malas, injustas, dolorosas, difíciles y trágicas”. A veces las cosas que están sucediendo alrededor del mundo, en nuestra vida, en la vida de algunos amigos y familiares son demasiado duras, tanto que ni siquiera las podemos comprender. Entonces muchos acudimos inmediatamente a Dios y le rogamos que arregle todo y que se lleve el dolor que sentimos.   

A menudo tratamos de explicar algunas cosas basándonos en nuestro entendimiento y perspectiva, pero también algunos olvidamos que Dios ve mucho más de lo que vemos nosotros, Él lo ve todo y sabe el plan completo mientras nosotros -a duras penas- vemos un pequeño pedazo del plan. Su perspectiva es perfecta y completa. “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia.” (Proverbios 3:5)  

Para tratar de entender por qué las cosas malas suceden tenemos que regresarnos al tiempo en el que Adán y Eva vivieron en el Jardín del Edén. Ellos tenían todo lo que necesitaban para ser felices en un lugar perfecto en el que disfrutaban de la compañía de Dios, pero escogieron desobedecer a Dios y el mal llegó al mundo. Es muy difícil entender por qué lo que un hombre hizo hace tanto tiempo está afectándonos aún hoy. Se siente injusto. “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron.” (Romanos 5:12) Pero Dios es bueno y Él sabía lo que iba a suceder y creó una forma para que incluso después de esto pudiéramos estar a su lado. Él envió a Su hijo Jesús para que cargara con nuestros pecados. Jesús fue crucificado y en la cruz cargó todos nuestros pecados y pagó por ellos. Sí, por los tuyos, por los míos y por los de los demás. El pagó el precio por el pecado de la humanidad y cuando aceptamos el sacrificio que Jesús hizo por nosotros, somos libres y recibimos vida eterna.

¿Esto significa que no le pasan cosas malas a las personas que aceptan a Jesús? No, aún vivimos en este mundo y cosas malas pasan a diario, pero la diferencia es que sabemos que este no es el destino final, estamos pasando un tiempo antes de llegar al cielo. Es parte del camino. Jesús fue muy honesto sobre el dolor que íbamos a vivir en este mundo “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33)

Pero entonces si la muerte y la maldad han sido derrotadas, ¿por qué Dios no arregla el desorden en el que estamos viviendo? Él lo hará. En Apocalipsis 21:4 leemos “Él les enjuagará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor porque las primeras cosas han dejado de existir.” Jesús va a regresar y cuando lo haga todo el mundo va a estar frente a Él y tendrá que rendir cuentas de su vida. Dios no se está demorando en regresar... “El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan.” (2 Pedro 3:9). Él nos está dando tiempo para que volvamos nuestros ojos a Él.

Si estás pasando por dificultades, no hay mucho que yo pueda decirte para hacerte sentir mejor, pero sé que Dios sí puede. Aférrate a Él y llénate de su paz. Él te entiende, a Él le importas y Él puede tomar cualquier situación por la que estés pasando y convertirla en algo bueno aunque no parezca. Aférrate a su promesa: “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.” (Romanos 8:28)

No podemos hacer que el pecado de este mundo sea más grande que Dios. Necesitamos aferrarnos a Él y enfocarnos en Él mientras llevamos su luz de esperanza a todas partes a donde vamos. Este es el momento.   

Manuelita    

Tu pasado sucedió hace un minuto

manuelita otero

Hace pocos meses conocí a una mujer que me impactó mucho por su energía, su alegría y especialmente por la seguridad que transmite. En una charla a la que fui, ella contó su historia personal haciendo énfasis en su pasado lleno de problemas; entre ellos: líos con drogas, alcoholismo, relaciones muy dañinas e irresponsables y rechazo en su familia. Como otras historias que conozco, afortunadamente esta también está teniendo un desenlace feliz. Sin embargo, no fue su historia en sí lo que me quedó resonando por días... fue algo que dijo: “cuando hablamos de pasado, hablamos del minuto justamente anterior al que estamos viviendo”. ¡Wow! Eso es totalmente cierto, fue lo que pensé. Jamás en mi vida yo había visto el pasado con esa inmediatez. Para mí el pasado era siempre algo lejano, incluso algo que trataba de años atrás.

Con esta nueva perspectiva de pasado entendí mejor de qué se trata eso de sentirse libre de culpas y de remordimientos día a día. Entendí que no es necesario dejar dormir una herida por años para después hacer un proceso de perdón de “mi pasado”. Sin dudarlo, sentí que Dios me había puesto esta charla en el camino para enseñarme a disfrutar mi vida sin necesidad de acumular por días y meses algo que me molesta -tanto mío, como de otros- evitando así que sentimientos y pensamientos negativos echen raíces sin necesidad. En otras palabras, creo que Dios me está invitando a aprender a “desintoxicarme” poco a poco mientras voy disfrutado de la vida. Ya no se trata de esperar a que llegue el fin de semana, ni el del mes, ni mi cumpleaños, ni la despedida del año viejo -con quemada de listas de cosas malas incluida- para hacer borrón y cuenta nueva. No. Ahora, por el contrario, me doy el permiso y me regalo el tiempo diario de acercarme a Dios con total confianza para hablar de las cosas que van pasando, por las que me siento culpable, así algunas me parezcan pequeñas o bobas.

Vivir sin culpa no es fácil. En un mundo tan acelerado en el que se nos exige y nos exigimos más de la cuenta, hay días en que mi cabeza me bombardea por horas con reclamos y más reclamos: que por qué hice o dejé de hacer algo; que por qué dije esto o aquello; que por qué pensé una cosa y no la otra o, peor aún, que por qué publiqué lo que publiqué en redes (como si no fuera suficiente con los auto-reclamos de la vida no virtual). Claro, es importante que revisemos cómo vamos y qué hicimos minutos antes, pero eso no quiere decir que nos tengamos que obsesionar con nuestros errores y que nos demos lora y cantaleta todo el tiempo; eso no se vale, qué pereza y, además, qué daño nos hacemos. Lo que ya pasó, ya pasó. La verdad, yo me cansé de vivir siendo por años “lamento eterno”. Y con esto no quiero decir que no tenga que aprender de mis errores o ir más allá y restaurar el daño que a veces hago. Lo que pasa es que ahora creo que cuando hay arrepentimiento sincero, Fe y al menos algo de aprendizaje, Dios me regala el derecho de verme renovada inmediatamente, sin tener que esperar ni acumular culpas. Finalmente, tal como Él lo promete, su misericordia se renueva todos los días y es esa promesa la que yo uso cada mañana para saber que puedo vivir sin darme cantaleta ni sentirme culpable.. «Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.» -  Hebreos 4:16

El año pasado tomé una muy mala decisión financiera y, sinceramente, me costó meses superar lo boba que me sentí. Hoy, habiendo escuchado la charla de aquella mujer inspiradora de la que hablé al principio y viendo a Dios de una manera más cercana y menos prevenida -como a un papá amoroso y no como a un papá histérico y lejano-, puedo decir con certeza que me merezco cosas realmente grandes. Incluso bendiciones enormes relacionadas con esa pésima decisión que tomé. ¿Por qué? Porque ya me perdoné, ya aprendí y porque ahora me veo como me gusta creer que Dios me ve: linda, capaz, valiente, inteligente y libre de culpas. «Pues yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza.» -  Jeremías 29:11

Ana

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Solo pídele

manuelita otero

El otro día estaba hablando con la mamá de uno de los amigos de mi hijo y le dije lo linda que me parecía la bolsa en donde estaba llevando sus libros. Una semana después me regaló una igual. No ofrezco cumplidos esperando a que me den cosas, pero creo que muchos sí halagamos lo que nos agrada y  valoramos.

 ¿Qué tal si le diéramos más cumplidos a Dios por su creación? ¿Qué tal si le dijéramos lo precioso que se ve el cielo temprano en la mañana o la alegría que nos da ver la luna brillar en la noche? ¿Qué tal si al leer su Palabra le dijéramos lo mucho que apreciamos las cualidades de las personas mencionadas allí? De pronto Dios nos daría aún más oportunidades para fortalecer o alcanzar esos rasgos. Él es el Dios del “más que suficiente”, el Dios de la abundancia, de pronto Él sólo quiere que le pidamos.

En la parábola del hijo pródigo un hombre tenía dos hijos, el menor le pidió su parte de la herencia, se fue de la casa y gastó todo el dinero que había recibido. Cuando se le acabó y comenzó a pasar hambre, decidió regresar a su padre para pedir perdón y rogarle que lo dejara trabajar como jornalero. Cuando el padre lo vio venir a lo lejos se llenó de alegría y mandó a preparar una fiesta de bienvenida. Todo el mundo estaba muy feliz, menos el hermano mayor que le dijo a su padre: “…¡Fíjate cuántos años te he servido sin desobedecer jamás tus órdenes, y ni un cabrito me has dado para celebrar una fiesta con mis amigos!... Hijo mío – le dijo su padre -, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.” (Lucas 15:29; 31) Me pregunto si a veces actuamos como el hermano mayor.  Dios ya nos ha ofrecido todo, pero estamos tan enfocados en hacer cosas para tratar de “ganar” su amor que no nos damos cuenta de la bendición que ya tenemos o de pronto solo estamos notando lo que nos falta. ¿Qué tal si no estamos recibiendo todo lo que Dios ha preparado para nosotros porque somos tercos, impacientes o demasiado orgullosos para pedírselo?

Me pregunto por qué no le pedimos a Dios cosas grandes, no solo cosas materiales, también bendiciones, milagros, revelación, en fin... su favor y su gracia constante para que nuestra vida lo honre. ¿Si creemos que Dios es grande, por qué a veces nuestras oraciones son tan pequeñas? Me imagino que hay muchas razones, pero solo escribiré sobre unas cuantas que yo, personalmente, he vivido:

-No molestar: Recuerdo un tiempo en el que le pedía a Dios tan poco, ¡mis oraciones daban pena! Pensé que estaba molestando a Dios, que pedir demasiado era inapropiado y que orar por mí misma era egoísta.  Era como si creyera que Dios tiene un aviso que dice “no molestar”.  Ahora oro sobre todo y por todo. Durante el día entero Dios me escucha, y lo maravilloso es que ¡quiere escucharme!

-Él ya sabe: De pronto piensas que Dios ya sabe todo lo que necesitas, entonces ¿por qué se lo tienes que pedir? Piensa en personas cercanas: tú sabes que te quieren, pero ¿sonríes cada vez que te lo dicen, cierto? A Dios le gusta escucharnos y mostrarnos su amor de muchas formas.

-No soy digno: ¿Cómo puedo pedirle a Dios todo lo que necesito después de lo que he hecho? Sí, todos somos pecadores y sí, no somos dignos, pero Jesús pagó el precio así que una vez aceptamos el regalo de la salvación que Jesús nos ofrece no miramos atrás pues somos nuevos y así es como Dios nos ve.

-No es gran cosa: Nuestra vida muchas veces parece estar llena de cosas “pequeñas” que nos roban paz, tiempo y alegría; y van creciendo hasta que se convierten en problemas graves. Necesitamos ser proactivos y pedirle a Dios su ayuda para lidiar con estas cosas aparentemente insignificantes.

Dios quiere que apreciemos todo lo que Él nos ha dado; quiere ser lo primero en nuestra vida y quiere tener una relación muy especial con nosotros.  Él quiere que le pidamos porque Él quiere darnos. “Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá.  Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre”. (Mateo 7:7-8)

Manuelita @manuelitaotero

"Sólo pídele" es un capítulo, un abre bocas, de Blessed. Un libro fresco, cercano, cotidiano que nos ayuda a entender que nuestra relación con Dios no tiene que ser complicada ni lejana pues Él puede estar en nuestro día a día llenando nuestra vida de grande detalles y regalándonos una nueva perspectiva.  Blessed

 

Con Dios, el cuadro es completo

manuelita otero

¿Alguna vez has hecho todo lo posible para mejorar una situación y nada parece funcionar? Puede que creas o busques a Dios y hayas acudido a Él con el mismo problema una y otra vez, pidiéndole su dirección, pero su voluntad no es muy clara; lo que te deja confundida y, honestamente, un poco frustrada. La vida a veces no tiene sentido, pero esos momentos son precisamente en los que debemos aferrarnos más a Dios y recordar quién es Él. Ahí aparece la oportunidad para dejar ir la preocupación y confiar solamente en Él -y en su provisión- porque cuando lo hacemos somos testigos de milagros diarios. Recibimos exactamente lo que necesitamos en la forma más inesperada y logramos experimentar la presencia de Dios, que nos deja saber que Él está en control siempre. Pero, ¿cómo encontramos la fuerza para enfocarnos en Él mientras esperamos? ¿Cómo mantenemos viva nuestra fe y nuestro gozo mientras todo pasa?

- ACÉRCATE: ¿Cómo puedes confiar en alguien si no lo conoces? Toma tiempo para conocer la Palabra de Dios. Ahí encontrarás las promesas que Él te ha hecho, lograrás conocer mejor a Dios y, seguramente, notarás cómo se relaciona con tu vida diaria. “Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero.” (Salmo 119:105)

- ESCUCHA: A medida que lees la Palabra de Dios, pídele al Espíritu Santo que te revele su voluntad para tu vida. La Palabra de Dios es vida y hablará a tu situación dando fortaleza, paz y la sabiduría que necesitas. Pídele a Dios dirección, y ten la certeza de que Él te responderá. “Clama a mí y te responderé, y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que tú no sabes.” (Jeremías 33:3)

- ACTÚA: Mientras pasas tiempo en silencio con Dios, Él te dará dirección en lo que debes hacer. A veces puede que no sea muy clara o que sientas que necesitas confirmación, pero una vez tengas paz y claridad, obedece y sigue su dirección. Eso puede ser difícil porque Él puede pedirnos hacer algo que nos rete, que nos saque de nuestra zona de confort o algo que parece imposible. En ese momento es cuando debes recordar que “Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y potencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda.” (2 Pedro 1:3)

- ALABA: Dios es fiel y lo alabamos no solo por lo que Él puede hacer por nosotros sino por lo que Él ya ha hecho por nosotros. Siempre mira el cuadro completo. Tu situación es importante para Dios y Él está haciendo cosas maravillosas, así todavía tú no las veas. Pero lo más grande que Él ha hecho es darnos el regalo de la salvación. Cuando creemos, nuestros problemas no pueden ser más importantes que Dios quien nos ha dado vida eterna por medio de Jesús. Adoramos y alabamos a Dios porque es nuestra alegría y nuestro propósito.

“Y dijo Dios: ‘¡Que exista la luz!’ y la luz llegó a existir.” (Génesis 1:3) Cuando entendemos que la Palabra de Dios es poderosa y que es la verdad, vemos todo con una perspectiva diferente. Nuestro Dios es nuestro Padre fiel, lo que Él dice sucederá. Demuestra con tu diario vivir la alegría de conocer a Dios, de saber que Él te ve,  te escucha y te está bendiciendo en medio de todo.

Manuelita

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¿Y si cada uno de nosotros impacta positivamente otra vida cada día?

manuelita otero

Tengo una amiga que quería compartir tiempo con los niños que viven en refugios y encontró una organización con un programa bastante interesante que te conecta con un niño en particular. Ella se inscribió esperando que su nuevo amigo o amiga fuera un niño pequeño a quien ella pudiera llevar al parque, a cine, al zoológico y a hacer todos esos planes que uno suele hacer con los pequeños. Sin embargo, en vez de conectarla con un niño, la conectaron con una joven de 18 años. Mi amiga estaba sorprendida e incluso un poco desanimada porque no era lo que ella estaba planeando, pero después de varios años de amistad con esta joven, mi amiga se ha acercado mucho a ella, ayudándola a ella, a sus hermanas y a sus hijos. Vidas están cambiando porque mi amiga sacó el tiempo para ayudar a otros.   

Todos estamos ocupados, tenemos a veces tantas responsabilidades y trabajos por hacer que, sinceramente, es difícil encontrar el equilibrio que muchos queremos y que tanto necesitamos. En las carreras del día a día podemos perder oportunidades para hacer la diferencia, crecer, cambiar, para invertir en aquello que tiene valor y que no es fácil de medir. Seguramente, no quieres despertar una mañana y darte cuenta de que tienes un montón de cosas ganadas y logros laborales o personales, pero que nunca impactaste positivamente la vida de alguien por estar simplemente muy ocupado… “Recuerden lo siguiente: un agricultor que siembra solo unas cuantas semillas obtendrá una cosecha pequeña. Pero el que siembra abundantemente obtendrá una cosecha abundante”. 2 Corintios 9:6
 
La fundación en la que yo trabajo, por ejemplo, tiene un programa en el que niños de barrios marginales de Atlanta juegan tenis con policías y voluntarios para ayudar a eliminar las barreras que hay en la comunidad. Usualmente, mi familia y yo, vamos y disfrutamos muchísimo. Cuando aisitimos a este programa, pensamos que vamos a ir a ayudar y a dar, cuando en realidad somos nosotros quienes más recibimos. No creo si quiera que alcancemos a imaginar la diferencia que dos horas de tenis hacen en la vida de los niños que asisten, en mis hijos y en mí, claro está.  

“El generoso prosperará, y el que reanima a otros será reanimado” Proverbios, 11:25 Encontramos gozo en dar y esto empieza cuando disponemos nuestra vida para que pueda ser parte de la vida de alguien más. 
 
Muchas veces vemos una situación complicada y nos quejamos y nos sentimos tristes respecto a esta. ¿Qué tal si, en vez de quedarnos sólo en eso -en la queja y en los sentimientos- somos parte de la solución? ¿Qué tal si cada uno de nosotros impacta positivamente la vida de por lo menos una persona cada día y esa persona impacta la vida de otra persona, y esta última persona la de otra, y así…? ¿Eso no haría una gran diferencia en el mundo en el que vivimos? Podemos comenzar ya mismo separando, al menos, algo de tiempo para ayudar o apoyar a otros. ¿El día de quién quieres cambiar hoy?

Manuelita

Lo imposible, hecho posible

manuelita otero

Yo todo lo escribo. Mis ideas, tomo notas en las reuniones y hago resúmenes de los libros que leo, entre otras cosas. Todas estas notas terminan en un gran folder donde esperan su turno para algún día ser pasadas a mi computador y, así, poder tenerlas a la mano y que puedan estar mejor organizadas.

El otro día llevé a mi hija a trabajar con sus productores de música y mientras ellos hacían música que, por cierto, me gusta mucho, yo trabajaba. Ese día decidí llevar mi folder de notas y escritos para actualizar unos cuantos. Me encanta abrir el folder para ver con qué me voy a encontrar porque tengo notas de hace muchos años y lo disfruto porque siento que regreso en el tiempo. Pero nada me podría haber preparado para lo que me iba a encontrar esa tarde.

Hace casi siete años nuestras vidas cambiaron completamente. Todo, de un momento para otro, estaba patas arriba y a todos en mi familia nos afectó profundamente incluyendo a mi hija, que al tener que enfrentar tantas cosas a la vez, decidimos llevarla a donde una psicóloga para que nos guiara. Durante una de las citas con la psicóloga tomé unas notas y ahora, años después, leyendo lo que escribí en ese momento sencillamente no lo puedo creer. Yo soy una persona muy positiva y usualmente olvido las experiencias malas así que, a medida que leía esas notas, recordé que la situación realmente era terrible.  

Las palabras utilizadas para describir los asuntos con los que mi hija estaba lidiando eran desesperanzadoras: ansiedad, hiperactividad, sistema nervioso demasiado acelerado, déficit de atención, percepción errada de su entorno, autorechazo, depresión, en fin... las palabras continuaban haciendo parecer esa situación irreversible y permanente. Inmediatamente regresé a ese día. Recuerdo la reunión, el dolor, la confusión. Recuerdo mis dudas, mis miedos y mientras yo estaba ahí, visitando el pasado, escuché a mi hija -siete años después- cantando la canción en la que está trabajando con sus productores. Fue un contraste tan fuerte y maravilloso: el pasado sin esperanza y el presente redimido. Lo imposible, hecho posible. Fue un recuerdo en mi vida clarísimo de que la Palabra de Dios es verdad, cuando Él dice que hará algo, así será, no importa lo difícil que parezca.  “Dios no es un hombre, por lo tanto, no miente. Él no es humano, por lo tanto, no cambia de parecer.” (Números 23:19)

A veces olvidamos lo lejos que hemos llegado y lo mucho que hemos crecido. No estamos en el mismo lugar, siempre estamos cambiando. Yo miro mi vida ahora, varios años después de aquella difícil situación que vivimos, y siento que aún hay mucho por hacer, pero también puedo apreciar y agradecer lo mucho que Dios ha hecho.

A veces no sabemos por qué las cosas malas pasan. En Juan 9 podemos leer como los discípulos cuestionaron a Jesús acerca del culpable y de la causa por la que un hombre había nacido ciego , “No fue por sus pecados ni tampoco por los de sus padres —contestó Jesús—. Nació ciego para que todos vieran el poder de Dios en él.” (Juan 9:3). Dios puede convertir cada situación en una celebración de su gracia y su poder.

Las palabras usadas en ese papel para describir a mi hija no definieron quién era ella ni quién es hoy porque Dios tenía un mejor plan para su vida. Y Él tiene un maravilloso plan para cada uno de nosotros sin importar lo difícil que parezca. Para Dios nada es imposible. Él no está sorprendido ni preocupado por nuestros problemas y enredos. Él está listo para tomarlos y convertirlos en algo increíble que le dará a Él gloria.

Yo estoy asombrada de cómo Dios trabaja. Cuando más lo necesitaba, Él me recordó -de una manera inusual- lo qué Él ha hecho en mi pasado, y eso me dio una nueva perspectiva.

Habla vida en tu situación, sea lo que sea que estés atravesando. Dios está en control y sus promesas son reales. “En vez de su vergüenza,  mi pueblo recibirá doble porción; en vez de deshonra, se regocijará en su herencia; y así en su tierra recibirá doble herencia,  y su alegría será eterna.” (Isaías 61:7)

Manuelita

¿Cuál sientes que es tu propósito?

manuelita otero

Mi hija y yo vemos Chopped, un programa de cocina que transmiten en The Food Network. Es una competencia culinaria en la que los chefs invitados tienen que preparar deliciosos platos que incluyan una canasta de ingredientes escogida por un panel de expertos en un tiempo limitado. El plato principal lo tienen que preparar en 30 minutos y corren por toda la cocina trabajando en sus creaciones. El reloj digital les va avisando el tiempo que les queda y el presentador del show les hace el conteo regresivo cuando quedan tan sólo pocos segundos: “10 segundos… 5 segundos…”  Cuando se acaba el tiempo suena una campana. En ese momento los chefs levantan los brazos sin poder tocar su plato, solo lo pueden observar y esperar la opinión de los jueces.

Nosotros también tenemos un reloj y un día la campana va a sonar, el tiempo se va a acabar y nuestra vida estará al frente nuestro, lista para ser presentada a nuestro juez. ¿Qué pasará por tu mente mientras observas lo que hiciste con lo que te fue dado? ¿Te sentirás satisfecha o te gustaría haber tenido unos años adicionales para hacer algunos ajustes? Si soy honesta, yo no siento esa urgencia cuando voy por la vida. Hay tanto en mi día a día que mi misión parece estar esperando en la línea, detrás de muchas otras cosas que algún día haré cuando tenga tiempo. ¿Qué ha puesto Dios en tu corazón? ¿Cuál crees que es tu llamado? ¿Lo estás viviendo?

Antes de preocuparnos o de comenzar a sentirnos culpables, debemos entender que no tenemos que correr estresados por cada minuto que pasa como los chefs del programa. Nuestra misión no es algo que que quepa en un horario; por el contrario, es nuestra vida y debe verse reflejada en todo lo que hacemos. Hace parte de nosotros. Está relacionado con ser y eso solo lo podemos lograr cuando sabemos quiénes somos en Cristo “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica.” (Efesios 2:10)

Debemos estar listos y disponibles porque Dios quiere bendecir a muchos por medio nuestro. “Mientras sea de día, tenemos que llevar a cabo la obra del que me envió. Viene la noche cuando nadie puede trabajar.” (Juan 9:4)  El momento es ahora porque hoy es todo lo que tenemos, este día es un regalo y una oportunidad que es mejor no malgastar.  Dios siempre está trabajando y todo lo que Él hace tiene un propósito. “… ¡Abran los ojos y miren los campos sembrados! Ya la cosecha está madura” (Juan 4:35)

Manuelita

Mi vida, mi testimonio

manuelita otero

¿Alguna vez has estado alrededor de alguien que habla con emoción sobre su ciudad o su lugar favorito? Sus ojos parecen agrandarse a medida que te van describiendo la comida, los paisajes, la gente y todo lo que pasa en ese lugar tan especial y lo más probable es que te termine diciendo:“¡ tienes que ir!” Me pregunto qué pasaría si yo me emocionara asi cuando hablo de mi historia, y no por todo lo que he logrado, sino por todo lo que Dios ha hecho en mi vida y la forma en la que Él me ha apoyado en todas las situaciones, tanto en las buenas como en las malas. Como creyentes, cuando interactuamos con algunas personas a nuestro alrededor, ellas deberían quedarse con la curiosidad acerca de qué tenemos especial para luego decir “yo quiero algo similar”. Y ese “algo” no es plata o una vida glamorosa, ese “algo” es el gozo que Dios nos da.

Leemos en la Biblia sobre una vez en la que Jesús se encontró con una mujer samaritana que buscaba agua, apenas ella supo que Él era el Mesías, a quien estaban esperando, “La mujer dejó su cántaro, volvió al pueblo y le decía a la gente: - Vengan a ver a  un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (Juan 4:28-29)

Cuando creemos en Dios muchas veces pensamos que tenemos que “arreglar” la vida de otras personas, pero esa no es nuestra responsabilidad. No se supone que tengamos que cambiar a quienes nos rodean, debemos amarlos. Los invitamos diciéndoles: “Ven y mira lo que Dios ha hecho en mi vida. No tienes que creer, no tienes que escuchar largos sermones. Solo estoy tan feliz que quiero compartir lo que estoy viviendo contigo.” Nuestra vida es nuestro testimonio. Hemos sido llamados a ser amor a donde quiera que vayamos. No se supone que debamos juzgar, asumir o rechazar a alguien. Muchas veces olvidamos lo que está escrito: “Porque  tanto amó Dios al mundo, que dio a su HIjo unigénito, para que todo el que crea en él no se pierda , sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16) La palabra “todo” incluye a todo el mundo, ¿quién soy yo acaso para decidir a quién amar y a quién no? Jesús murió por todas las personas.

Todos los que amamos a Dios tenemos una gran responsabilidad: “...Cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.” (Hechos 1:8)  ¿Están las personas a tu alrededor emocionadas de escuchar tu testimonio? ¿Sienten algún tipo de interés cuando les dices “ven y mira”? ¿Estás amando incondicionalmente como Jesús te ama a ti? Tu vida, tus experiencias y tus historias han sucedido por un motivo. Son parte de tu testimonio para el mundo y un canal para que Dios muestre su amor a las personas a tu alrededor.

Invita a otros a tu vida, pero no para “enseñarles” o para darles “sermones” sobre lo que deben o no deben hacer, pero sí para amarlos y para mostrarles que el amor de Dios es bueno y que Él puede hacer cosas maravillosas en cualquier momento. Deja que tu vida sea una invitación abierta y una puerta abierta para que muchas personas puedan sentir el amor de Dios.

Por Manuelita

 

Quererte para querer, perdonarte para perdonar

manuelita otero

En una etapa muy difícil de mi vida decidí acercarme a Dios en busca de algo de paz en medio del desespero, y sentí dos invitaciones concretas de su parte que se resumían en dos palabras también concretas: amor y perdón. Para mí eran palabras obvias, aparentemente fáciles de comprender y de aplicar. Así que me puse en la tarea de hacer lo que yo creía que significaba aceptar esas invitaciones: intenté tener mejores pensamientos hacia las personas, empecé a estar más pendiente de mi familia, procuré ser más amable con mis vecinos y compañeros de trabajo, quise hacer mejores “obras” y donar más tiempo y más cosas, empecé a orar por personas que me caen mal, empecé a tratar de “tratar mejor” -valga la redundancia- a mis amigos, así me ofendieran o me molestaran sus acciones o decisiones; en fin, empecé a tener comportamientos que si no lograban del todo su cometido, por lo menos evidenciaban mi intención de decirle a Dios con mi vida: “Aquí estoy. Te quiero conocer mejor y creo que te necesito mucho más de lo que yo misma entiendo o puedo imaginar”.   

Todo esto que hice debe tener seguramente algún tipo de mérito. Lo cierto es que siento que me ha beneficiado en varias áreas de mi vida y lo más probable es que también haya tenido algún tipo de impacto positivo en otras personas. Sin embargo, lo que no noté en un principio y que ahora me está tomando un tiempo entender y vivir, es que el orden que Dios me indicó en el momento en el que me acerqué a Él era: “ámate y perdónate”, y luego sí “ama y perdona”. Por algo, la biblia dice claramente en uno de sus versículos más populares: “… Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22:39). Al principio, por algún motivo, sencillamente, yo pase muy por encima de ese “ti mismo”.

Yo era de ese tipo de mujeres que creía que se quería mucho porque estudiaba y trabajaba, porque de vez en cuando se daba gustos, se compraba cosas lindas, se divertía en fiestas y paseos, se daba permisos y porque hacía una que otra cosa que la apasionaba, pero una vez me encontré frente a frente con Dios me di cuenta que en realidad yo llevaba mucho tiempo triste, confundida, con una autoestima deteriorada y que, además, estaba pasando por un momento de mi vida en el que tenía un corazón lleno de sentimientos que me estaban quitando luz y paz. Una etapa en la que no me quería lo suficiente y mi mente me juzgaba todo el tiempo. En últimas tenía un corazón que mendigaba amor, que estaba lleno de culpas y miedo porque, de alguna manera, esperaba siempre un castigo de parte de la vida y de Dios por haber hecho o pensado esto o aquello.

Hoy en día, luego de iniciar mi proceso de querer conocer a Dios y de disfrutar de su amor profundo e infinito, puedo afirmar con total certeza que antes estaba muy lejos de saber realmente quién era Él, quién podía ser en mi vida y qué podía hacer con ella. Fue desde ese momento de sinceridad conmigo misma y con Él, que empecé a disfrutar de la misericordia de su perdón, y a notar la importancia de que yo me perdonara y me amara. Tener misericordia con uno mismo no es una tarea fácil, por eso creo que a veces Dios llega por nosotros justo cuando hemos cometido uno o varios de los peores errores de nuestro camino.

Como yo estaba en un periodo en el que había hecho cosas que me hacían sentir como una completa desconocida de mí misma, me aterraban y me decepcionaban hasta lo más hondo de mi alma, Dios me mostró con su ejemplo -actuando en mi vida de una manera impresionante- de qué se trataba el perdón: de arrepentimiento en lugar de culpa, de libertad en lugar de condenación, de paz en lugar de amargura, de humildad en lugar de autodestrucción, de presente y futuro en lugar de pasado. Dios “llevó nuestros pecados tan lejos de nosotros como está el oriente del occidente.” (Salmos 103:12)

Mi vida es antes y después del amor que empecé a tenerme, antes y después de creer en Dios -en un Dios que tiene que ver mucho más con el amor sincero y con un estilo de vida que con prácticas y tradiciones religiosas- y de recibir su perdón. Y aunque me falte mucho, puedo asegurar que ahora me queda más fácil perdonar, incluso ahora hasta me gusta. Ahora, por fin entiendo que será importante demostrarle a mi hija que ella ganará mucho más en esta vida cuando, en vez de regalarle toda su energía a la culpa y a planear castigos, le ponga el alma a quererse para querer; a perdonarse para perdonar y a intentar restituir cualquier daño hecho.

Por Ana

¿Qué estas haciendo con tus dones?

manuelita otero

“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo.”  (Mateo 5:14-16)

Dios nos llama luz del mundo, ¿No te parece esto difícil especialmente en este mundo que a veces parece tan oscuro? 

Al leer este bello verso, me pregunto, “¿Estoy siendo luz del mundo?, ¿Está mostrando mi vida el amor de Dios para que todos lo alaben?” Si soy honesta, tendré que decir que no siempre. A veces permito que las distracciones en mi vida silencien el suave susurro de Dios y muchas veces cedo ante el miedo, dejo que me frene y no hago lo que Dios quiere que haga. 

¿Hay algo que Dios ha puesto en tu corazón, pero has tenido demasiado miedo para tomar el primer paso? ¿Cómo sería tu vida si utilizaras tus talentos y dones sin dejar que el miedo se atraviese en el camino?

Dios tiene un plan maravilloso para la vida de cada persona, pero muchas veces en vez de dejar que Él nos guíe, permitimos que el miedo nos frene. Dios tiene una misión para cada uno de nosotros y nos ha dado todo lo que necesitamos para alcanzarla. “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra.” (2 Timoteo 2:16-17) Tenemos el Espíritu de Dios en nosotros y Su Palabra, aun así permitimos que el miedo nos impida alcanzar la misión para la cual hemos sido creados. También tenemos fortalezas, talentos y dones que Dios sabía que necesitaríamos para alcanzar el sueño que Él puso en nuestro corazón. 

De pronto recuerdes lo fácil que era hacer lo que te gustaba o soñar en alcanzar lo imposible cuando eras un niño, pero a medida que fuiste creciendo, en vez de creer que Dios puede hacer cosas increíbles por medio tuyo, comenzaste a escuchar a personas que te decían que de verdad “crecieras” y que buscaras un trabajo “realista”.  El Dios a quien servimos -el único Dios- es capaz de hacer más de lo que podemos imaginar, entonces necesitamos dejar de reducirlo a lo que creemos posible.  Comenzamos nuestro camino con Él y durante todo el recorrido nos enfocamos en Él. El mundo tratará de distraernos con sus etiquetas de lo que es “exitoso” pero cuando estamos mirando a Jesús, no caemos en esas trampas. Nuestro objetivo es honrar a Dios, usar los dones y talentos que Él nos ha dado para mostrarle a otros el camino, y en eso es en lo que nos debemos concentrar. Nuestra misión es glorificar a Dios en todo lo que hacemos. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Filipenses 4:13) Dios tiene grandes expectativas para nosotros porque Él es quien obra por medio nuestro y Él es grande, ¿no te parece que debería entonces poder hacer cosas grandes?

“Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras.” (Santiago 1:17) Mírate como Dios te ve. Abre tus ojos y date cuenta cuán bendecido eres, cuanto talento tienes y lo maravilloso que eres. No eres perfecto o perfecta, nadie lo es, pero si eres precioso o preciosa. Reconoce las fortalezas y talentos que Dios te ha dado, dale gracias y pídele que te muestre cómo utilizarlos, porque tú has sido creado para glorificarlo con tu vida.

Por Manuelita 

Todo empieza con una decisión

manuelita otero

¿Alguna vez has esperado en la fila de un almacén cuando la cajera es nueva o has manejado detrás de alguien que está aprendiendo a conducir? ¿Recuerdas tu primer día en el trabajo o en clase? Es difícil comenzar algo nuevo. Estás emocionada y a la vez nerviosa e incluso hasta un poco incómoda porque no sabes mucho acerca de lo que estás haciendo por primera vez.  

Lo mismo podría suceder cuando comienzas a seguir a Jesús. Puede que te sientas abrumada por cosas que no entiendes y aunque las personas a tu alrededor sean muy especiales y te animen, te da pena molestarlas con tus preguntas. De pronto te pones demasiada presión y para evitar verte “ignorante” o “desagradecida” decides quedarte callada y no compartir con nadie lo que estás sintiendo.  Una relación con Jesús puede parecer complicada, pero ¡no lo es!

Dios nos ama exactamente donde estamos. Él no está esperando que lleguemos a cierto nivel de conocimiento o comportamiento antes de acercarnos a Él. Por alguna razón, a veces pensamos que para merecer ser cristianos debemos haber completado ciertos pasos, haber leído la Biblia completa por lo menos una vez y poder recitar versículos de ella.

Nuestro caminar con Dios es un viaje único que comienza con una decisión. La decisión es clara y personal: ¿Aceptas a Jesucristo como tu Salvador? Solo tú puedes decidir y si la respuesta es “sí”, entonces Dios guiará tu camino según Su plan y te dará lo que necesites para el viaje. Él pondrá en tu vida a las personas que necesites y Él celebrará cada victoria contigo. Nada es demasiado pequeño, porque cada paso hacia Él merece celebración. Esta no es una carrera contra tus amigos o contra las personas que parecen ser muy espirituales porque saben mucho, esta es una relación entre tú y Dios y mientras más tiempo pases con Él, más lo conocerás. “El Espíritu y la novia dice: ‘¡Ven!’ El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida.” (Apocalipsis 22:17)

En la Biblia a menudo leemos ejemplos relacionados con procesos. Jesús a menudo hablaba sobre la siembra y la cosecha, “…El que recibió la semilla que cayó en buen terreno es el que oye la palabra y la entiende. Este sí produce una cosecha al treinta, al sesenta y hasta el ciento por uno.” (Mateo 13:23)  También leemos sobre cómo el pueblo de Dios a menudo viajaba de un lugar a otro y en todo momento Dios estaba con ellos: “De día, el Señor iba al frente de ellos en una columna de nube para indicarles el camino; de noche, los alumbraba con una columna de fuego. De ese modo podían viajar de día y de noche.” (Éxodo 13:21)

Si estás tomando tus primeros pasos en este maravilloso viaje con Dios, estoy feliz por ti, y me gustaría compartir algunas de las cosas que me han ayudado en mi camino:

Haz del tiempo con Dios tu prioridad: Sé que necesito pasar tiempo con Dios inmediatamente me levanto, pero para ser honesta, por alguna razón para mí es difícil quedarme quieta y separar tiempo con Él, por eso sé que debo hacerlo a propósito porque el enemigo utilizará todo tipo de tácticas para evitar que pasemos tiempo con Dios. Hazlo un hábito, notarás la diferencia.  Pasar tiempo con Dios es la mejor forma de comenzar tu día.

Registra tu viaje: Deja huella de tu viaje con Dios para que a menudo te devuelvas y leas o veas la fidelidad de Dios en tu vida y lo alabes por todo lo que Él ha hecho. Leer, ver fotos o revisar otro tipo de recuerdos sobre la forma en que Dios se ha manifestado en el pasado te dará fuerzas cuando estés pasando por dificultades y te recordará que nada es imposible para Él. Nuestro viaje es tan emocionante que necesitamos documentarlo y compartirlo. Escribe los pensamientos que recibes mientras pasas tiempo con Dios en silencio, versículos de la Biblia, lo que sientes y las historias que Dios está escribiendo en tu vida para que luego las puedas compartir con otros.

No te compares: Este es un viaje único, así que no encontraremos dos historias repetidas. Cuando estés alrededor de personas que pueden rápidamente recitar versículos de la Biblia, que saben mucho o que  oran de forma espectacular, no te sientas mal, nadie te está juzgando si tú no haces lo mismo, lo que realmente importa es dónde está tu corazón.

Pídele a Dios un mentor: Cuando le hablas a Dios, Él escucha. Es maravilloso tener a tu lado a alguien escogido por Dios para compartir el viaje. Pídele a Dios que te envíe a alguien que te ayude, te guie y con quien puedas compartir los momentos difíciles, pero también los felices; alguien con quien puedas compartir tu amor por Dios.  

Puede que hayamos escuchado que la vida es un viaje y no un destino y sí debemos disfrutar el tiempo que Dios nos ha dado aquí en la tierra y lograr nuestra misión, pero no podemos perder de vista nuestro destino final: una eternidad en la presencia de Dios.

Así que ánimo, toma ese primer paso y ten la seguridad de que personas que ni siquiera conoces están orando por ti y celebrando cada etapa de tu viaje.   

Por Manuelita

 

 

La alegria de dar

manuelita otero

Imagínate por un momento que estás sentado en el pasto al lado de mucha gente escuchando las enseñanzas de Jesús, tratando de entender el significado de las historias que está contando. Imagina lo que pensarías al escucharlo decir: “…Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen” (Mateo 5:44) o “Si alguien te pega en una mejilla, vuélvele también la otra.” (Lucas 6:29) Palabras como estas eran un difícil desafío para las personas en ese tiempo y podríamos decir que aun hoy nos retan pues son lo completamente opuesto a lo que estamos acostumbrados a escuchar y a lo que consideramos “justo” o “correcto”.  

Otra enseñanza que se nos dificulta está relacionada con el concepto de dar. Dios lo sabía y por esta razón no solo nos dijo que debemos dar sino que además nos reta a que lo hagamos y veamos los resultados: “Traigan íntegro el diezmo para los fondos del templo, y así habrá alimento en mi casa. Pruébenme en esto – dice el Señor Todopoderoso-, y vean si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde.” (Malaquías 3:10) Dios nos ha dicho lo que sucederá cuando compartamos lo que tenemos, pero aun así somos necios y se nos dificulta dar. ¿Por qué es tan difícil dar?

¿Alguna vez has escuchado una misma enseñanza de diferentes fuentes y al mismo tiempo? Es como si Dios no quisiera que perdiéramos lo que nos quiere decir. En estas semanas Dios ha puesto en mi corazón el hecho de que siempre estamos sacrificando algo, pero a veces no nos damos cuenta.

En nuestra iglesia el otro día un nadador competitivo contó que muchas veces no se quería levantar temprano para entrenar, pero que si dormía así fuera sólo un poco más sacrificaría sus sueños, entonces cada mañana él escogía sacrificar su deseo de seguir durmiendo a cambio de levantarse y entrenar. Siempre estamos tomando decisiones acerca de cómo utilizamos nuestros recursos, ya sea dinero, tiempo o talento. En algunos casos lo que escogemos tiene un impacto eterno. En otros, nuestras decisiones nos hacen sentir bien por un rato y hasta ahí llega su beneficio. Dar no es tan fácil, pero tiene mucha importancia y puede impactar positivamente la vida de alguien.

Mientras más damos, más fácil es hacerlo, al punto que se puede convertir en un hábito. Y una vez escuchas los llamados del Espíritu Santo mostrándote a quién bendecir pareciera que obtienes más oportunidades para hacerlo. Somos canales, no recipientes y las bendiciones de Dios deben fluir por medio nuestro en vez de quedarse estancadas. Dar no es solo una oportunidad, una gran alegría, un honor y una responsabilidad; también es algo que se nos devuelve. “Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes.” (Lucas 6:38) Cuando damos recibimos más de lo que podemos imaginar.  Mientras más damos, más se llenan nuestras vidas.

Es necesario que veamos la acción de dar como una oportunidad. Damos porque Dios nos ha dado y porque lo que compartimos puede cambiar vidas ahora.

Imagínate nuevamente que mientras escuchas a Jesús hablar, Él se queda mirándote fijamente y te recuerda que no importa si das mucho o poco, lo importante es tu buena actitud al dar. ¿Estás listo para aceptar Su reto?

Por Manuelita