¡A vivir con propiedad!
manuelita otero
En mi país, Colombia, bien sea por cultura, competencia, crianza o educación, existe una gran obsesión, tanto en hombres como en mujeres, por tener casa propia. Y si bien es cierto que comprar casa o apartamento puede ser un logro importante y puede ser parte de la meta de ir alcanzando sueños e ir capitalizando el trabajo, también es cierto que aquí las personas “pierden algo de valor y no se realizan del todo como personas si antes de los 30-35 años no tienen casa propia”.
Tener casa propia, y ojalá comprada con algo de esfuerzo, se volvió un estándar de vida para medir la felicidad de una persona. Para medir qué tan bien o qué tan mal te ha ido en la vida, qué tan buen(a) profesional eres y qué tan juicioso(a) y responsable has llegado a ser. Es triste, pero cierto.
Aquí, en mi patria querida, la casa propia –así sea empeñando hasta al gato y endeudándose hasta el punto de no poderse comer una hamburguesa tranquilamente- es la vara con la que se mide más del 60-70% del éxito de una persona (por no decir que en realidad es casi el 100%). Y esto lo puedo asegurar con la certeza que me dan más de 30 años consumiendo publicidad millonaria, y por lo visto exitosa, en la que la felicidad aparece en el momento de tener las llaves de una casa “propia”; y con la seguridad de llevar también más de 30 años teniendo y observando conversaciones al respecto con amigos, familiares y conocidos. Es así de simple: con casa propia, más de la mitad de tu felicidad ya está lista, ya está comprada. (Y desde ya pido disculpas por las enemil veces que pueda repetir la palabra “propia(o)” en este artículo, pero de eso se trata).
Vivimos en una sociedad en la que muchas, muchísimas veces, pasan a un segundo plano cosas como la felicidad que puedas sentir porque encontraste al amor de tu vida, o el sentirse realizado porque por fin te estás dedicando a la profesión u ocupación que de verdad te apasiona, o estar feliz porque pudiste llevar a tus papás, sin importar la edad, al viaje de sus sueños, o sentirte tranquilo porque encontraste algún camino espiritual o estilo de vida saludable que te da paz y esperanza. Todo esto, la verdad es que pierde peso ante los ojos de tus pares si todavía no tienes casa propia. Es como si siempre quedara un vacío en el aire que hay que llenar, y adivinen con qué: con “casa propia”. Es como si la felicidad no pudiera ser completa porque falta dar ese paso. No es en vano ni jugando cuando la gente aquí dice: “listo, ya puedo morir en paz… ya tengo casa, carro y beca”.
Y, ¿a qué voy con todo esto?… A que me aterra, sí, literalmente me aterra, que a muchas personas se nos puedan pasar los días y la vida entera sin disfrutar realmente en el día a día el espacio en el que vivimos, nuestro presente, porque no es un “espacio propio”. Así que cansada, e incluso saturada, de la palabra “propia”, cuando de casa se trata, me puse a pensar en realidad qué puede significar propia(o) si lo pienso con calma y desde otra perspectiva….
Propio también puede significar que un lugar tenga mi sello y mi estilo, que esté decorado con las cosas que me gustan, me motivan o que de alguna manera me hacen feliz. Propio puede ser ese espacio único en el que puedo descansar, divertirme, reunirme, soñar y hasta trabajar si así lo quiero. Ese espacio que es propio porque yo lo supe hacer propio, porque me gusta a tal punto que, a veces, no veo la hora de llegar a él. Es ese espacio al que le puedo sacar provecho para mi bienestar cada día, cada hora. Y eso sólo se logra cuando uno aprende a disfrutar lo que tiene en el momento en el que lo tiene, no cuando sólo sueña con lo que está por llegar.
Como bien lo dicen algunos expertos y profesionales que se han acercado al mundo de la meditación y de sus beneficios -entre ellos Ellen Langer, psicóloga de Harvard y autora de Mindfulness- “los seres humanos necesitamos vivir más en el momento. Vivir en el momento es un estado de atención activa, abierta e intencional en el presente en donde observamos más y juzgamos menos… En donde nos concentramos más en lo que nos rodea en el ahora que en nuestros pensamientos que van y vienen.”
Entonces, si llega la casa propia, buenísimo, pero si no llega también puedo concentrarme en disfrutar lo que tengo hoy y ahora; en poner mi espacio “propio” lindo y agradable para mí. Esto puede tomar un tiempo, pero ¿qué pasa si sencillamente decido gozarme el proceso de la decoración y la organización? ¿Qué pasa si me propongo obsesionarme menos con la casa propia a un cierto plazo y me concentro más en sacarle provecho a lo que me rodea en el lugar en el que vivo hoy? (Como dato curioso, los expertos del Mindfulness, también dicen que pasar unos pocos minutos todos los días enfocándonos activamente en vivir el momento reduce el riesgo de sufrir de ataques cardíacos).
Todo esto me hace acordar de un apartamento en arriendo en el que vivíamos hasta hace poco, y mi esposo me decía a cada rato “este lugar no lo termino de sentir mío”… y yo como que a las malas trataba de convencerlo de que sí se sintiera bien y cómodo allí porque ya llegaría el día en el que por fin pudiéramos comprar algo propio. Ahora entiendo- aún viviendo en arriendo, pero en otro apartamento al que sí le pusimos nuestro estilo- que no se trataba de eso (de comprar), sino de sacar el tiempo necesario para hacer las cosas nuestras en el presente y de evitar angustiarse por lo que queremos alcanzar en cualquier ámbito en el futuro.
(Y, vuelvo y aclaro, no es que esté en contra de comprar casa propia. Estoy en contra de no disfrutar el día a día con lo que hay a nuestro alrededor en este año, este mes, este día y a esta hora).
Por Ana