Una Obra Maestra
manuelita otero
Al visitar el Museo del Louvre en Paris, la mayoría de la gente espera en una larga fila para poder ver la obra maestra de Leonardo Da Vinci “La Mona Lisa”, una de las creaciones más famosas del mundo. Esta pintura vale millones, pero fácilmente, y por poco dinero, se pueden obtener copias. Todos sabemos que una copia no es igual que el original, por lo tanto no tiene el mismo valor. De la misma forma tú, yo y todas las personas a nuestro alrededor somos obras maestras, pero a veces preferimos ignorarlo y nos contentamos con ser réplicas.
“Al verlo, Pedro preguntó: -Señor, ¿y éste, qué? – Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme no más.” (Juan 21:21-22) En este verso podemos ver que a Jesús no le gustan las comparaciones. Jesús le estaba diciendo a Pedro la clase de muerte que sufriría para glorificar a Dios, pero Pedro también quería saber cómo moriría Juan.
A veces cuando comienzo a mirar a mi alrededor preguntándome por qué otras personas obtienen ciertas oportunidades y yo no, me imagino a Dios diciéndome: “¿Y a ti qué? Tú sígueme no más.” Y me gusta hacerlo porque así me mantengo enfocada en Él y recuerdo no comparar. Dios quiere una relación personal con cada uno de nosotros. Él ya tiene un plan hecho a la medida de cada quien. Un plan para ti, un plan para mí. Por lo tanto, no tenemos que estar mirando lo que otras personas están haciendo. El plan que Dios tiene para mi vida es perfecto para mí aunque a veces no parezca.
Pero siendo realmente sinceros es difícil vivir sin comparar. Pareciera que hemos sido entrenados desde pequeños a observar lo que otros están haciendo y a tratar de hacer lo mismo o superarlo.
Cuando mis hijos estaban pequeños tenía varias amigas con hijos de la misma edad y a menudo yo los comparaba con mis hijos. Obviamente no lo hacía a propósito, pero por alguna razón si notaba que sus hijos podían deletrear su nombre, yo también comenzaba a practicar con mis hijos para que deletrearan el suyo. Si el hijo de mi vecina podía recitar los departamentos con sus capitales, yo conseguía material didáctico para que mis hijos los aprendieran también. Tenía imanes de letras en la puerta de la nevera para que practicaran y todo en nuestra casa estaba marcado con letras grandes al nivel de mis hijos para que aprendieran a leer más rápido. Yo solo quería asegurarme de que estaba haciendo todo lo que debería hacer como mamá para el desarrollo adecuado de mis hijos, pero aun así, a veces sentía que no era una mamá lo suficientemente buena.
Finalmente, decidí silenciar mis miedos por el tiempo necesario como para poder escuchar a Dios decirme que yo era mucho más que “suficientemente buena” y que, en realidad, era MUY valiosa. Cuando acepté esta verdad sentí que por fin podía ser yo misma. Ya no tenía que aparentar tener todo bajo control o sufrir para que todo el mundo creyera que mis hijos eran angelitos que se comportaban perfectamente y que podían leer, escribir y recitar todo tipo de información. Además, ya no tenía que preocuparme por encajar porque ese ya no era mi objetivo. ¿Te alcanzas a imaginar la libertad que esto nos da? Podemos ser felices, aun con nuestras imperfecciones. Podemos sentirnos aceptados y amados sin importar lo que haya pasado y, finalmente, podemos apreciar lo maravilloso que es ser personas únicas.
Pero para poder lograr esto, ¿cómo silenciar esa voz que continuamente nos está diciendo que no somos lo suficientemente buenos cuando nos comparamos con otras personas?
- Renueva tu mente: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente.” (Romanos 12:2) Me encanta la palabra “renovar”. Me hace pensar en un océano de posibilidades continuas para dejar ir lo malo y abrazar lo nuevo. Me hace sentir que hay un comienzo nuevo cada mañana, cada hora o cada minuto si lo necesito. La oportunidad de renovar mi mente está ahí, pero tengo que aprovecharla, tengo que tomar la decisión y poner de mi parte. Depende de mí renovar mi mente por medio de lo que permito que haya en ella y lo que decido sacar.
- Entiende que eres única: “Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones.” (Jeremías 1:5) Soy única. Dios ha designado una misión especial solo para mí y me ha dado todo lo necesario para completarla y lo glorificaré al hacerlo. Soy yo, nadie puede sentir lo que yo siento ni ver las cosas exactamente como yo las veo y eso ¡es maravilloso! ¿Por qué querer ser como las demás personas? ¿Por qué querer encajar cuando se supone que debo sobresalir?
- Disfruta ser tú: “Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! (Filipenses 4:4) Me pregunto por qué no celebramos más. Tenemos tantas cosas por las cuales alegrarnos. El hecho de que somos valiosos a los ojos de Dios, de que tenemos un propósito, de que vamos camino a la eternidad para vivir al lado de Dios. ¡Hay tanto para celebrar!
¿Con quién te estás comparando? ¿Qué está evitando que seas todo lo que Dios ha preparado para ti? ¿Qué está impidiendo que vivas la vida que Dios te ha prometido?
Por Manuelita