¿Tienes trabajo? ¿Lo estás disfrutando?
manuelita otero
Es casi que indiscutible que hoy en día las mujeres de muchísimas partes del mundo estamos atravesando por una época histórica en la que “doblamos”, por no decir “triplicamos”, nuestras funciones, tareas, responsabilidades y/o labores -llamémosles como queramos-.
Ahora, aparte de ser mamás o amas de casa – que es el papel tradicional que hemos tenido en muchas culturas por cientos y cientos de años-, también somos empresarias, activistas de organizaciones, trabajadoras full time o part time, líderes y gestoras de diferentes proyectos, escritoras, deportistas, voluntarias de enemil causas y, además, muchas queremos hacer más y más cosas con y por nuestros hijos, esposos, amigos, familias y/o parejas.
Independientemente de entrar a juzgar si ese cambio histórico es bueno o malo – que no es de ninguna manera el fin de este artículo-, sí es más que cierto que el trabajo se ha ido convirtiendo en una prioridad para millones de mujeres en el mundo. Varias de ellas lo afirman y reconocen sin misterios, sin miedo, sin pena, sin prevenciones. Entonces, ¿por qué no hacer de esa “nueva” prioridad una experiencia más interesante y agradable en nuestro día a día? ¿Por qué no hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que trabajar sea de verdad una experiencia diaria interesante, enriquecedora, apasionante, pero sobre todo muy muy agradable?
Sé que muchas mujeres al leer esta “pregunta-invitación” pueden estar pensando que ya lo hacen, pero también sé que hay muchas otras que se pueden estar diciendo frases como “Ah sí como si fuera tan fácil”; “Sí claro, como no, con ese jefe tan tal por cual que tengo”; “Ajá… sí, claro, voy a ser muy feliz con ese sueldo tan malo”; “Con todo ese trabajo, ¿quién va a estar tranquila?” y uno que otro pensamiento de este estilo.
Y aún, con todos estos peros en mente, una parte de la invitación para que disfrutes tu trabajo es invitarte a que mejores tu actitud frente a varios, por no decir todos, de los aspectos externos que tanto te molestan o fastidian y que, finalmente, su control total no depende de ti misma. Seguro que en tu trabajo en más de una ocasión has querido cambiar -casi que por arte de magia- tu sueldo, tu jefe, tu socio o socios -si los tienes-, la fachada de la empresa, los clientes, los precios, el baño de mujeres, el computador, el portafolio de productos, los horarios, la cafetería, la rutina, entre otros cuantos “detalles”.
Si tu actitud mejora frente a todos esas “pequeñas” cosas que se salen de tu alcance, buenísimo. Si no, la buena noticia es que en esta oportunidad la invitación grande es para que disfrutes más de tu trabajo teniendo en cuenta todas esas cosas que sí dependen de tí misma como es el valor y el respeto que TÚ te estés dando en esa locura, buena o mala, de trabajo que puedas tener en este momento de la vida. ¿Qué tanto estás haciendo o dejando de hacer para sentirte cómoda en tu trabajo a pesar de las cosas no tan cheveres que pueda tener o, de lo difícil que pueda ser? Y cuando hablo de respeto y de valor, hablo de que no te juzgues tan duro por no tener todas las habilidades que se te exigen, hablo de que respetes tus esfuerzos y los mejores sin estresarte al punto de enfermarte a causa de un trabajo que finalmente no deja de ser eso… un trabajo.
La verdad es que no creo ni en los trabajos casi perfectos ni en los estándares mundiales que le dicen a las personas de manera tajante que para ser buenas trabajadoras tienen que ser: ordenadas, disciplinadas, responsables, cumplidas, creativas, organizadas, proactivas, juiciosas, puntuales, colaboradoras, positivas, entusiastas, visionarias, etc, etc, etc.Por el contrario, cada día me encuentro con más y más personas que desvirtúan esos paradigmas engañosos y que tal vez tienen lo uno, pero no necesariamente lo otro y no por eso son incompetentes o poco productivas.
Al respecto, te quiero recomendar el libro: “Ahora descubra sus fortalezas” del cual es coautor un muy reconocido especialista mundial en gestión y estrategia, Marcus Buckingham, quien invita a las personas de diferentes mercados, profesiones y ocupaciones a identificar en qué son realmente buenas en sus trabajos para enfocarse y fortalecer aún más esas fortalezas -valga la redundancia- y, así, poder usar esos talentos naturales para brillar y destacarse en vez de pasarse la vida entera tratando de mejorar sus debilidades, lo que en muchos casos termina siendo una pérdida de tiempo. Como bien lo sugiere el libro, en este segundo camino en el que el foco son las debilidades hay un riesgo grave de descuidar las fortalezas que son las que finalmente nos dan muchísimo valor en el trabajo y, la verdad, creo que en cualquier otra área de la vida también.
No se trata entonces de ignorar las debilidades, se trata de priorizar: ¿De qué nos ocupamos primero? ¿De lo fuerte o de lo débil? Tradicionalmente, muchas y muchos estamos acostumbradas y acostumbrados a enfocarnos en lo débil, en los errores, en las imperfecciones porque supuestamente es lo que hay que mejorar. La teoría de este libro sobre “la revolución de las fortalezas” nos invita a lo contrario. Nos invita a responder primero ¿Cuáles son nuestras fortalezas? ¿Cómo podríamos aprovecharlas? ¿Cuáles son la una, dos o tres cosas que sabe hacer mejor que otras diez mil personas?
Teniendo esto en mente, yo no soy entonces quién para decirte que “Vales muchísimo en tu trabajo” porque sí y sin si quiera conocerte o que “tu trabajo es un tesoro y que debes cuidarlo”, pero creo que tú SÍ eres quién para descubrir cuánto vales o puedes llegar a valer como persona y como trabajadora respetando tus talentos; SÍ eres quien para definir si quieres valer más o menos de acuerdo a tus fortalezas; SÍ eres quien para decidir si quieres hacer algo -chiquito o grande- para sentirte mejor en ese trabajo que, de una u otra forma, se pudo haber convertido en una de tus grandes prioridades en la vida y en el que seguramente estás invirtiendo una cantidad MUY SIGNIFICATIVA de tiempo.
Muchas veces uno escucha que la mamá, el novio, la abuelita u otra persona que se preocupa por uno le dice todo el tiempo “No trabaje tanto que se va a acabar”… Me pregunto si trabajar tanto es lo que realmente lo acaba a uno, o es la calidad de condiciones -sobre todo emocionales- en las que uno se permite trabajar las que pueden llegar a afectarnos tanto. Finalmente puede que estemos en una época de la vida en la que tenemos el tiempo, la disposición, la energía y las ganas de trabajar mucho. Y eso necesariamente no tiene porqué ser malo y menos si la historia, de alguna manera, nos está invitando a hacerlo. El punto en realidad es ¿en qué condiciones lo estamos haciendo y qué tanto lo estamos disfrutando?
Por Manuelita