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A trabajar se dijo

¡No más carga laboral!

manuelita otero

Aunque amo lo que hago aún no he podido encontrar la “fórmula perfecta” para disfrutar como quisiera y en un 100% mi trabajo. Es decir, tengo que aceptarlo: una cosa es amar algo (o a alguien) y otra bien diferente, disfrutarlo realmente. ¿Dónde está entonces esa “sutil” diferencia?

Cuando empecé a pensar en este tema, la verdad es que le di vueltas y vueltas y me costó bastante escoger el motivo, la razón principal por la que a muchas personas que conozco y a mí nos cuesta disfrutar de corazón, de día en día y sobretodo de momento en momento, el trabajo que hacemos.

Por un instante pensé que el quid del asunto estaba en no preocuparse tanto por el futuro y por todo lo que hay siempre por hacer. En otro momento pensé que era cuestión de encontrar el equipo y el lugar ideal para trabajar y ya. Y debo aceptarlo, por otro buen rato, sencillamente concluí que debía ser una cuestión de ganar bien, ganar muy buena plata y que así, seguramente, lo demás fluiría mucho mejor. Pero nuestra relación con el trabajo es como una relación sentimental: hay tantas cosas, motivaciones, sueños y emociones involucradas que no es fácil definir los elementos que componen esa dichosa “fórmula perfecta” que evita dolorosos rompimientos y despechos, y que nos permite gozar sin límites lo que hacemos.

Existen relaciones amorosas que a pesar de que tienen mucho amor son pesadas, complicadas y difíciles, y que a la final sólo logran que las personas “enamoradas” lleven consigo una carga pesada y agotadora que, a veces, es insoportable. Pues lo mismo puede pasar con el trabajo: mucho amor, pero demasiada carga.

Cuando se trata de estar más tranquilo y de sentirse más liviano -y no por eso menos enamorado del trabajo- cada quien se ve afectado y motivado por cosas diferentes.

Por ahora, quiero hablar solamente de 6 cosas que pueden detonar la carga laboral y que, por eso mismo, son también fuentes de inspiración para encontrar pistas en el camino de la reconciliación. Escogí algunas que yo he vivido en carne propia y que así como a mí me pesaron tanto como lo hicieron, a alguien más también le puedan pesar o, y por ello le sirvan para chequearlas y evitarlas:

- Miedo a delegar: Cuando uno está estrenando trabajo o está en un punto de la vida en el que quiere y cree que puede controlarlo todo, empieza a desconfiar de los talentos y capacidades de los demás. Alguna vez escuché a uno de estos exitosos empresarios de las revistas top de finanzas decir algo muy sabio: “Escoge siempre gente que haga las cosas mejor que tú”. Créanme, funciona muy bien.

- Búsqueda desesperada de la perfección: Es curioso que a veces nos exigimos tanto que ni cuenta nos damos. Se nos va la vida señalando y trabajando en nuestros errores y se nos olvida que nadie es perfecto y que lo que hay que fortalecer son justamente las fortalezas –valga la redundancia-.

 - Agenda llena, sin espacio para imprevistos: Si hay algo que tenga imprevistos en esta vida es el mundo laboral. Citas que salen de la nada, reuniones que se demoran el doble o hasta el triple del tiempo previsto, llamadas eternas, correos urgentes, favores y charlas inesperadas, etc, etc, etc. Así que liberando un par de minutos -ojalá horas- a la semana para darle vía libre a los imprevistos, la perspectiva cambia para bien.

 - No hacer “borrón y cuenta nueva”: Vuelvo al cuento del amor. Igual que con los novios, es muy difícil tener una vida laboral sana si uno no perdona de raíz y elimina cualquier pliego de quejas y reclamos “vencidos”. Ya sea un error propio o el de una persona que trabaja con o para nosotros, ¿a quién no le gustan las segundas oportunidades?

 - Indecisión: Como bien dice el dicho: “Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”. El trabajo requiere que actuemos con cabeza fría y tranquilidad. Eso es cierto. Pero también lo es que lo hagamos con OPORTUNIDAD. Es decir, haciendo las cosas a tiempo y tomando decisiones cuando todavía sirven de algo.

- Envidia laboral: Si hay algo que nos puede quitar energía, tiempo y nos carcome el alma, es la envidia. Y en el trabajo sí que es fácil envidiar… puestos más altos y mejor pagos, looks más interesantes y atractivos, beneficios y bonos más llamativos, y hasta paseos más emocionantes. En fin, para donde miremos siempre habrá como compararnos. ¿Por qué no cambiar esa envida por inspiración?

 En tus manos está alivianar tu día a día para disfrutar de verdad hacer lo que haces.

 ¡No más carga laboral!

 Por Ana