¿Qué hay detrás de un pero?
manuelita otero
Yo fui una fan enamorada y defensora del “pero”. Antes, sentía que usarlo me permitía ser “amable”, sin ser “boba”. Ser “humilde”, manteniendo mi orgullo. “Perdonar”, sin olvidar. ¿Por qué? Porque el “pero” es esa palabra que se vuelve la mejor aliada cuando queremos reclamar, exigir y elogiar, PERO con condiciones, a nuestra manera y usándolo, no como un camino a la aclaración, sino como un escudo a la vez protector y acusador. Por algo una de sus definiciones oficiales es la de “Defecto u objeción”.(1)
Es decir, el “pero” nos da el permiso de hacer un reclamo sin sonar tan cansonas (Estoy triste porque no me llamaste, PERO entiendo que estabas ocupado), hacer un acuerdo con condiciones (¡Listo! Vamos a comer comida vegetariana, PERO sólo si me compras un helado antes) y elogiar a alguien dejándole claro que en todo caso hay algo que no nos gusta (Eres inteligente, PERO tu genio no es el mejor).
Entonces, ¿cómo no haber sido fan de esa palabra corta, interesante y útil del español que por años me hizo sentir “cómoda” sin darme cuenta que el exceso de su uso también me estaba limitando y excusando cuando no era necesario?
Fui fan del “pero” hasta que por cosas de la vida terminé aprendiendo -en un gran diplomado sobre Programación Neuro Lingüística- que “hay que tener cuidado con el “pero” y usarlo bien porque cuando el cerebro escucha esa palabra olvida o ignora fácilmente lo que escuchó justo antes”.(2)
Puede que al principio suene enredada y hasta rara esta premisa de la PNL, sin embargo, con un par de ejemplos –más bien sencillos- las expertas del tema en su momento, demostraron a qué iban y así nos lo explicaron: “Si ustedes le dicen a alguien ‘te quiero, pero es que eres tan cansón’, esa persona seguro se va a acordar de lo cansón y no del amor que le tienen. Si ustedes le dicen a sus hijo ´lo hiciste bien, pero tu esfuerzo no fue suficiente´, su hijo se va a acordar de la acusación sobre lo que le faltó y no del reconocimiento”.
Claro, determinar qué tan cierto es eso de que el cerebro recuerde o haga énfasis sólo en lo que escuchó después de un “pero” puede ser una cuestión muy debatible. Sin embargo, la idea nos deja una reflexión interesante… revisar qué decimos antes y después de un “pero” y para qué lo usamos. Además, podemos analizar qué tan cansones nos podemos volver los seres humanos cuando de exigir perfección se trata a todas las personas que se cruzan en nuestro camino. ¿Cada cuánto les ponemos “peros” a las personas que más queremos?
Me explico: Cuando le ponemos “peros” a todo, perdemos la oportunidad de disfrutar al máximo las personas, las situaciones y nuestros logros, especialmente los pequeños, porque cuando damos un paso ya estamos pensando en todo lo que aún nos falta. Seguramente nos decimos “ok, ya empezamos este proyecto, pero aún falta mucho trabajo”. ¿Qué tan difícil es decir “ok, qué bien que ya empezamos”, celebrar ese inicio y dejar que el “pero” se vaya de paseo un rato?
Creo que darle un descanso al “pero” es una decisión que puede traernos muchas satisfacciones y celebraciones, especialmente en nuestra vida laboral. Si valoramos nuestros logros paso a paso sin obsesionarnos con lo que falta y sin enfatizar con un “pero” los diferentes errores que van y vienen, el recorrido hacia las metas grandes se vuelve más placentero, más tranquilo y hasta más feliz, especialmente en ese ambiente laboral que suele ser frío, duro y competido.
De hecho, este es un ambiente en el que sí que vale la pena darnos esos aplausos ganados y soñados sin que el “pero” sea el protagonista diario. Un día a día laboral en el que podemos trabajar sin decirnos a toda hora “PERO es que falta mucha tela por cortar en este proyecto; la idea es buenísima, PERO es que la presentación es fea; el equipo trabaja bien, PERO ojalá fuera más grande; ascendí, PERO me falta perfeccionar el inglés…” etc, etc, etc.
Con esto de ninguna forma quiero siquiera insinuar que nuestra vida laboral se convierta en un elogio a la mediocridad, no. Sólo quiero creer que es posible vivir y trabajar admirando y disfrutando los avances -nuestros y de los otros- con actitud, ganas y menos “peros”.
(1) Real academia de la lengua española.
(2) Diplomado en PNL con consultoras certificadas. Empresa Selectos y Selecciones | Bogotá, Colombia | 2010.
Por Ana