De tales madres… tales hijos
manuelita otero
Tengo la suerte de ser la hija de una tremenda cocinera y Miguel, mi marido, tiene la suerte de ser el hijo de otra. Crecimos comiendo bien, apreciando la buena mesa, pero, sobre todo, aprendiendo a cocinar al lado nuestras madres. Ellas descubrieron hace muchos años que la comida es la mejor manera de darnos amor a los miembros de sus familias, de consentirnos y de mantenernos unidos. No se complican, todo lo ven fácil, les encanta tener la casa llena y son capaces de atender gustos y exigencias diferentes. Son las perfectas anfitrionas y la cocina se convierte en su principal centro de operaciones.
Estas dos mujeres que nos inspiran son realmente increíbles. Llevan casadas toda la vida con sus esposos, educaron hijos de bien y son los pilares de sus familias. Son fuertes, berracas, organizadas y metódicas. Yo realmente no sé cómo lo logran. Pilar, mi mamá, es paisa de pura cepa. De ella hemos aprendido su habilidad para planear y siempre está un paso adelante, con una fuente de energía inagotable. De Eddy, santandereana, la mamá de Miguel, hemos aprendido la meticulosidad para seguir técnicas y la organización, es estricta y generosa a la hora de enseñar.
Ellas y los sabores que nos llevan a viajar a momentos felices de nuestra infancia y de compartir en familia inspiraron e inspiran a DE TAL MADRE, un emprendimiento en el que convertimos la cocina de nuestra casa en el lugar donde entregamos amor y consentimos a través de lo que cocinamos. DE TAL MADRE son cenas clandestinas en las que 12 personas -que muy probablemente no se conocen entre sí-, comparten una mesa colectiva. (Y, también, cuando nos necesites para una comida deliciosa en un evento ofrecemos catering).
Las cenas clandestinas son una tendencia gastronómica que inició hace más de dos décadas en París cuando varios chefs jóvenes, recién graduados de sus academias, no contaban con el dinero suficiente para montar un restaurante y decidieron buscar espacios alternativos para mostrar a los comensales su trabajo y su propuesta gastronómica. Adicionalmente, las cenas clandestinas son un espacio para construir conexiones humanas -cada vez más difíciles de encontrar por estos días-; son una experiencia muy interesante y con un ambiente diferente al que se vive en los restaurantes tradicionales. De hecho, hoy se ha convertido en una tendencia en muchas ciudades en el mundo, entre ellas Bogotá. En la mayoría de los casos no se conoce el menú con anticipación ni se sabe con quiénes se va a compartir la mesa. Atreverse a estar dispuesto a probar cosas nuevas y a conocer personas nuevas, hace parte de la experiencia que invita a llegar puntualmente y con la mente abierta.
Abrirle las puertas de nuestra casa a un grupo de amigos y extraños -que al final de la noche terminan siendo más cercanos- ha sido una experiencia linda y ha tenido una mezcla de sentimientos y emociones interesantes: la angustia de que no lleguen todos los que se apuntaron, la adrenalina de que vayan a timbrar antes de que podamos tener todo listo para recibirlos de la mejor manera posible y según lo planeado, los nervios de presentarles el proyecto, la emoción de contarles las historias que lo rodean y cada uno de los platos que servimos, la expectativa de saber si les va a gustar y si van a quedar satisfechos, la alegría de oír comentarios generosos, el cansancio del trabajo duro durante muchas horas, la satisfacción de leer publicaciones recomendándonos y mensajes de agradecimiento y las enormes ganas de que vengan muchas otras noches de mesas llenas, platos vacíos y corazones alegres.
Bienvenidos los amigos y extraños a nuestra mesa, a nuestra casa, a nuestra cocina para que juntos la llenemos de emociones, lindas energías y momentos memorables. Bienvenidos a este tributo a nuestras madres, a sus sabores, a sus técnicas, al amor que nos han entregado toda la vida en sus platos. ¡Los esperamos muy pronto en nuestra mesa!
Si te interesa conocer más acerca de las cenas clandestinas o de DE TAL MADRE contáctalos:
Cel. 315.659.0436 | mail: detalmadre@gmail.com
Por Anamaría Uribe
Soy ingeniera industrial y eso me define mucho: cuadriculada, planeadora, terca, recursiva y soñadora. En mi vida pasada fui ejecutiva de empresas multinacionales -lugares en los que aprendí mucho y que me hacían sentir muy importante-, pero dedicaba largas horas a las jornadas laborales y eso, de cierta manera, me hacía sentir que tenía mi vida vendida a la causa. Eso sí, por una buena suma de dinero mensual. Pero un día decidí que quería algo diferente y quería, además, dedicar más tiempo a mi familia y a mí misma así eso implicara, al menos por un tiempo,
recibir ingresos menores.