“Plan pantuflas”
manuelita otero
Con problemas o no, siempre he pensado que mi casa es mi lugar de descanso favorito. Siento que pasa algo mágico cuando llego y hago uno de mis planes preferidos: “el plan pantuflas”, que es igual a: un buen libro, revista, tv o película + algo rico y sencillo de comer + ropa cómoda + arrunche. Fuera zapatos, fuera bolso, fuera maquillaje, fuera chaqueta, fuera apariencias, fuera preocupaciones, fuera bobadas. Cuando llego a mi casa y llego con actitud de descanso, cualquier problema grande se vuelve casi invisible y empiezo a respirar paz y tranquilidad.
¿Alguna vez te has sentido así? ¿Tienes un nombre particular para ese plan o esa sensación de descanso o refugio en tu casa que yo llamo “plan pantuflas”? ¿Eso que vives en tu casa -que puede ser tan sencillo como tirar los zapatos a la entrada y acostarte en el sofá 5 minutos sin pensar en mucho- y que muchas veces te reconforta más que unas vacaciones de un mes en Europa o en una gran playa?
Bueno, pues como mamá primípara y con un matrimonio de menos de 5 años, yo traje a mi nueva familia como una herencia sagrada el plan pantuflas. Y siento que nos ha servido mucho. No sé si es una tradición que heredé de mi casa, de algún abuelo, de alguna amiga, pero sí sé que es algo que quiero dejarle a mi hija para que lo aplique como un tesoro por el resto de su vida sin esperar a que sea domingo para hacerlo.
Siempre he creído que cuando uno tiene etapas difíciles, llenas de problemas e incertidumbre –que creo que todos las tenemos en algún momento de la vida-, nuestro hogar, independientemente de lo grande o lujoso que sea o del número de personas con las que vivamos- debe inspirarnos y brindarnos algo de esa paz que tanto necesitamos en esos momentos complicados. Debe poder ser ese lugar en el que de alguna manera nos renovamos y perdemos algo de carga; en el que pasa algo único, que es placentero, y que hace que el cuerpo, la mente y el alma pesen 10 kilos menos.
Cuando uno empieza a llenarse de problemas, experimenta una sensación de pesadez que es hasta rara. Es una sensación de cansancio permanente que si no nos quitamos de encima -así sea de a poquitos- empieza peligrosamente a convertirse en depresión, irritación o histeria. De ahí que apenas la detectemos hay que empezar a “sacudirnos” esa carga, incluso cuando esto no sea un proceso fácil. Y es en el inicio de ese proceso, donde creo que nuestro hogar puede jugar un papel protagónico. ¿A quién no le sirve un lugar en el que -a pesar del trago amargo que pueda estar pasando- se sienta libre y viva rodeado de colores, cosas, olores, comidas, recuerdos, música y libros que le gusten y que lo ayuden a sentirse más tranquilo, más optimista… más liviano?
Puede sonar exagerado, pero creo que yo no podría vivir en ningún espacio en el que no pudiera tomarme mis horas y, de ser necesario, hasta mis días enteros para disfrutar mi plan pantuflas, porque aparte de impulsarme desde la entrada de mi casa a quitarme máscaras, y tanta angustia, este plan me recuerda también quién soy, de dónde vengo, a dónde quiero ir y la sencillez que finalmente quiero llevar conmigo el resto de mi vida.
¿Qué es entonces lo que realmente le puede dar a uno esa sensación de paz y ligereza en un espacio? Me imagino que para cada quien es diferente, pero no creo que sea gratis que desde chiquitas, muchas mujeres, jugamos a tener y armar nuestras propias casas así sea dentro de una carpa, a punta de cobijas, debajo de las escaleras, de los comedores o hasta en el jardín. Siempre jugamos con esa sensación increíble de controlar qué va en la casa, cómo es, qué le ponemos y a quién invitamos a jugar o a entrar a nuestro palacio.
Hoy – que ya creciste y seguramente tu “palacio” es una realidad-, la invitación es a que dejes entrar todas esas cosas y personas que llenan de buen aire, luz y tranquilidad tu lugar cuando estás cansada, cuando sientes que ya no puedes dar un paso más porque cada hora empieza a pesar una tonelada, y a que crees tu propia definición del “plan pantuflas”.
Ojalá escojas unas pantuflas cómodas y livianas, que te dejen caminar e incluso te permitan volar.
Por Ana