¿Para qué soy buena?
manuelita otero
No es que le pase a todo el mundo, ni a todas las mujeres, ni que sea algo permanente, pero siempre he creído que una de las crisis más duras que uno puede enfrentar, especialmente si uno está cerca o ya pasó por los 30, es la crisis de “no tengo ni idea qué hacer con mi vida”, “no tengo ni idea para que soy buena”, o “no sé muy bien qué me gusta y qué me voy a poner a hacer… “
Yo he escuchado ese tipo de frases, que reflejan claramente este tipo de crisis más veces de las que quisiera - tanto en mi mente, como a mi alrededor- Los motivos pueden ser casi que infinitos, tomando en cuenta que cada quien vive su vida: única, personal e intransferible.
Por ejemplo, esta crisis nos puede pasar, entre otras cosas, por haber estudiado lo que nuestros papás querían que estudiáramos; porque tomamos una oportunidad de trabajo que supuestamente “no podíamos dejar pasar” - pero que en realidad no tiene nada que ver ni con lo que nos gusta ni con nuestros talentos; porque a los 20 vemos el futuro tan lejano que no planeamos mucho qué vamos hacer con nuestra vida; o sencillamente porque no dedicamos ni el tiempo ni el esfuerzo suficiente para conocernos mejor y descifrar para qué es que somos buenas.
A mí, personalmente, me ocurrió por la última razón. Aunque he estudiado y trabajado en muchas cosas interesantes, creo que en todo caso el día a día me ha consumido por años. Tanto que sencillamente olvidé preguntarme –frecuentemente con calma y sin presiones- cuáles son esas fortalezas y talentos que me nacen del alma y las entrañas, que disfruto y que además, me pueden dar el éxito, la satisfacción, el trabajo, la felicidad o la estabilidad económica que he anhelado en muchos momentos de la vida.
Una vez caí en cuenta de esto puse manos a la obra y ahora ando metida de cabeza definiendo mis talentos y –valga la redundancia- “fortaleciendo mis fortalezas”.
En medio de esta tarea, encontré una fórmula basada en el libro Ahora, descubra sus fortalezas de Marcus Buckingham y Donald O. Clifton -quienes trabajaron este tema con más de 2 millones de personas alrededor del mundo-, que considero sabia y coherente y que, por lo tanto, estoy aplicando porque puedo dar fe de que me ha traído una paz que no cambio por nada. Definitivamente sí pasa algo especial cuando uno define sus fortalezas y encuentra el camino para dedicarse a ellas.
¿De qué se trata?
De pasar lo que hacemos en el día a día por un filtro de 4 claves básicas para determinar dónde están nuestras fortalezas.
1ª: Estar atentos a nuestras reacciones espontáneas en nuestra vida diaria o en situaciones extremas de mucha presión, porque es en esas reacciones espontáneas donde salen a flote las verdaderas huellas de nuestros talentos dominantes. Por ejemplo: si somos jefes y un empleado va a faltar al trabajo porque tiene un hijo enfermo, podemos analizar en qué pensamos primero: en quién atendería al niño enfermo o en quién reemplazaría al empleado ausente. (En el primer pensamiento una fortaleza predominante puede ser la Empatía; en el segundo caso una fortaleza predominante puede ser la de Organizador). Entonces, no se trata de juzgar que una reacción sea buena y otra mala; se trata de descubrir en qué somos más fuertes.
2ª: Revisar y “escuchar” nuestros anhelos, pues estos son los que revelan una atracción constante hacia aquello en lo que tenemos talentos naturales. Los anhelos muestran desde nuestra infancia la presencia de fortalezas, aunque en algunos casos las reglas sociales o las presiones familiares o económicas los puedan ahogar.
3ª: Observar qué aprendemos con facilidad. Lo que se aprende rápidamente es otra huella de nuestros talentos. No es gratis que nuestro cerebro “vuele” ante ciertas cosas que aprende y ante otras, no.
4ª: Analizar nuestras satisfacciones. Hay que estar más atentas a los momentos en los que disfrutamos algo que hacemos de manera positiva y productiva. Ahí debe haber algún talento importante por cuidar. Sencillamente es algo que se siente o no se siente.
Para mí estas cuatro claves han sido tan solo un abrebocas en este fascinante mundo de descubrir para qué soy buena. Por ejemplo, con este método descubrí que me va muy bien siguiendo paso a paso protocolos en el trabajo mientras al mismo tiempo propongo mejoras de los mismos, y no sabes cuánto lo disfruto.
Bibliografía sobre este tema hay muchísima: pasando por psicólogos, coaches, académicos y personas de negocios exitosas. Lo importante en realidad es que si tú te has preguntado últimamente cuáles serán tus fortalezas, saques tiempo de calidad para averiguarlo. Seguramente, como yo, sentirás que tu vida fue “antes” y “después” de haberlo descifrado.
Por Ana