Las pequeñas cosas puede que no sean tan pequeñas después de todo
manuelita otero
Hace unos años fuimos a Kota Kinabalu, una linda ciudad en Malasia. Vimos una cultura completamente diferente, playas preciosas y paisajes inolvidables, sin embargo, mi familia -por unanimidad- les diría que nuestro recuerdo favorito de ese viaje son nuestras "tardes de torta".
Nuestros niños estaban pequeños, así que, generalmente, después del almuerzo estábamos todos agotados: ellos de correr por todas partes y nosotros de correr detrás de ellos. Todas las tardes regresábamos al hotel y los cuatro dormíamos la siesta y después de ese merecido descanso íbamos muy felices a la pequeña pastelería del hotel en busca de la torta del día.
Desde el momento en que llegamos nos dimos cuenta de la gran variedad de tortas que tenían, y se veían todas tan ricas que en ese mismo instante decidimos que las íbamos a probar todas... y así fue.
Un pedazo era grande y suficiente para los cuatro, así que todas las tardes durante nuestra estadía nos podían encontrar en el restaurante del lobby -cada uno con su tenedor, feliz esperando su turno-. Mientras disfrutábamos de la torta hablábamos sobre lo que habíamos hecho ese día, lo que más nos había gustado y lo que queríamos hacer en la tarde. Un recuerdo tan lindo disfrutando algo tan simple como un pedazo de torta en familia.
A veces creemos que los mejores recuerdos van a ser los grandes eventos de nuestra vida, los viajes costosos o las fiestas elegantes, pero en realidad, son los pequeños detalles los que cuentan. Piénsalo por un momento: ¿Cuál es tu recuerdo favorito? ¿En qué piensas y que te hace sonreír? ¿Cuál ha sido el mejor regalo que has recibido? Si eres una mamá o un papá de pronto todavía tienes los regalos que tus hijos te traían del colegio: pinturas que no podías descifrar, pero que te derretían el corazón; joyas, adornos o esculturas abstractas que, en mi caso, todavía decoran la sala. O, de pronto, tu mejor regalo fue algo especial que alguien hizo para conmemorar una fecha especial, o una flor cuando menos la esperabas, o una tarjeta en el correo, o una dulce nota en el espejo.
Los pequeños detalles no son tan pequeños después de todo, son recuerdos que nos recuerdan -valga la redundancia- que la vida es hermosa y que no tiene que ser tan complicada como a veces la hacemos. Los pequeños detalles son sutiles y fácilmente los dejamos de percibir cuando viajamos por la vida distraídos con el corre-corre diario. Separa tiempo cada día para esos pequeños detalles, nótalos a tu alrededor y haz que sucedan en la vida de las personas a quienes tanto quieres. Saca tiempo para cambiar vidas, para inspirar recuerdos y para disfrutar cada día como el regalo que realmente es.
Por Manuelita