¡El sabor de la vida!
manuelita otero
Me gusta ir a cine y cuando vamos siempre compramos crispetas porque películas sin crispetas no son lo mismo. Usualmente compramos el balde más grande porque es la mejor promoción. El problema es que yo termino comiéndomelo prácticamente sola. Mis hijos me ayudan un poco, pero después de un rato ellos se cansan de comer, en cambio yo estoy tan concentrada en la película que continúo comiendo sin ni siquiera darme cuenta. Las crispetas de vez en cuando son buenas, pero comer sin tener hambre solo porque están al frente mío, no lo es.
Comer sin pensar -mindlessly- sucede cuando lo hacemos sin darnos cuenta. Brian Wansink, el autor del libro Mindless Eating explica que “Comemos en exceso porque hay signos a nuestro alrededor que nos invitan a comer. Simplemente no está en nuestra naturaleza hacer una pausa después de cada bocado y contemplar si estamos llenos o no.” Cuando estamos ocupados, estresados o prestando atención a otras cosas usualmente comemos sin pensar y no solo consumimos calorías innecesarias, sino que también tomamos decisiones equivocadas.
Comer sin pensar también es algo que se da por la psicología del mercadeo, cuyo objetivo final es vender y hacer que comamos más. Mira los avisos a tu alrededor... estamos siendo bombardeados con fotos de comida que se ve deliciosa, y que solo buscan antojarnos de esas comidas. ¿Has notado alguna vez un aviso de alguna comida mientras manejas e inmediatamente piensas “yo quiero eso, se ve delicioso” y manejas un poco más y ves el lugar donde rápidamente puedes satisfacer esa “necesidad”? Keri Gans, autor de The Small Change Diet: 10 Steps to a Thinner, Healthier You recomienda que cuando sentimos ganas de comer algo que puede que no sea bueno para nosotros, debemos tener en mente las cinco “D”: Demorar, determinar, distraer, distanciar y decidir. Es decir, tomar un poco de tiempo para pensar si realmente tienes hambre o si solo estás antojada de algo, ayuda a tomar buenas decisiones y a no ser todo el tiempo víctimas del mercadeo agresivo.
Como nosotros nos la pasamos en la carretera, nos estábamos acostumbrando a comer en el carro. Empacábamos nuestro almuerzo y nos lo comíamos camino a una clase o a una audición, pero comer en el carro no es saludable ni seguro. Además, comer a las carreras pensando en otras cosas es dañino para nuestro sistema digestivo porque no tomamos el tiempo para pensar en el proceso digestivo, olvidamos que comemos no solo para satisfacer nuestro hambre sino que también lo hacemos porque necesitamos comida para alimentar nuestro cuerpo. Y ese proceso en el que la comida se transforma en energía y nutrientes requiere tiempo y concentración para que se realice apropiadamente.
El proceso digestivo comienza antes del primer bocado. Comienza en nuestra mente mientras pensamos, vemos y olemos la comida. En esos momentos el sistema nervioso suelta unas enzimas digestivas para preparar el cuerpo. Así que cuando comemos a las carreras o bajo estrés, el escenario adecuado para la buena digestión no se logra crear lo cual puede resultar en inflamación, ardor en el estómago y en otros problemas digestivos.
Cada paso del proceso digestivo es importante. Thich Nhat Hanh y la Dr. Lilian Cheung en su libro Savor recomiendan lo siguiente: “Concéntrate en lo que estás comiendo. Observa cómo se ve, deja que tus ojos lo disfruten y nota como se siente. Mastica conscientemente, saborea lo que comes. A medida que te das cuenta de lo que estás comiendo, también te das cuenta del momento presente. Viviendo en el momento puedes recibir todo lo que la comida te puede ofrecer.”
¿No te parece injusto que una comida tome tanto tiempo en el proceso de preparación para luego comértela a las carreras? Con un poco de planeación y calma podemos extender el placer de nuestras comidas, tomar tiempo para disfrutarlas, saborearlas y para compartirlas con amigos y familiares. Estas ideas pueden ayudarte a comenzar:
Da las gracias: Es maravilloso poder disfrutar nuestras comidas, por eso es bueno tomar el tiempo para dar las gracias. Un momento en silencio puede ayudarnos a cambiar el ritmo. Pasar de las carreras del día a un momento más relajante y tranquilo.
Crea una comida especial: Hacer que una comida sea especial no requiere en realidad mucho trabajo adicional. Pequeños detalles como platos o servilletas lindas, velas, flores o un interesante contraste de colores en la mesa pueden hacer una gran diferencia.
Pon tus sentidos a trabajar: Aprecia texturas, observa colores, escucha sonidos crujientes y disfruta los diferentes sabores. ¿Hay ciertos aromas que te traen buenos recuerdos? ¿No te gustaría crear eso en tus hijos, si los tienes?
Aleja las distracciones innecesarias y separa tiempo para disfrutar tus comidas. Notarás los beneficios físicos, emocionales y sociales. Comer disfrutando el ahora, nos permite saborear la comida y la vida misma.
Por Manuelita