¡Adiós estrés, hola visita!
manuelita otero
¿Alguna vez has esperado por meses o semanas la visita de alguien muy especial a tu casa? ¿De un hermano o amigo que no ves hace rato porque tal vez se fue a vivir a otro país? ¿No te gustaría que siempre que invites a alguien especial a almorzar o a comer a tu casa, te puedas sentar con esa persona a hacer visita tranquilamente sin el típico “corre-corre” cansoncito del anfitrión?
A mí me encanta atender a las personas que amo en mi casa y lo disfruto aún más cuando estas se sienten bien y felices. Creo que este es un sentimiento que compartimos muchísimas personas cuando de tener invitados se trata. Sin embargo, el otro día me puse a pensar por qué casi siempre que tengo invitados termino, no cansada, sino “requeteagotada” y hasta con un poco de mal genio. Al punto, a veces, de querer que la visita se vaya y si es pronto, mejor, porque no hay nada más jarto que hacer visita con “cara de ponqué” cuando por dentro uno está que se va corriendo a descansar. Lo irónico de todo este asunto es que luego, si mis invitados se van antes de lo previsto, me da sentimiento de culpa e incluso me siento triste.
Cuando uno es anfitrión el ego empieza a hacer de las suyas: uno quiere que la casa se vea divina - perfecta, en realidad-, que la visita le admire a uno los cuadros, las flores, la música, los hijos, y que si alcanzan, también le echen flores y le hagan venias porque “todo está divino” - incluido uno- y además, “delicioso”.
Cuando digo que el ego hace de las suyas lo afirmo porque para lograr todos esos piropos de la visita, uno termina involucrando hasta al gato, obsesionándose por la perfección y tristemente sacrificando más de lo que debería.
La verdad es que para quedar “como unas reinas” las mujeres muchas veces planeamos más de lo necesario, gastamos más de lo que tenemos, madrugamos más de lo que deberíamos y nos agotamos bobamente. Y no es que no valore todo lo que hacemos los anfitriones para demostrar nuestro amor a quienes nos visitan, sino que creo que por lucirnos “se nos va la mano” y terminamos sufriendo nuestra visita en vez de disfrutarla.
Por ejemplo, si uno en su diario vivir tiene sólo 2 horas en la noche para ir de compras, pues no tiene que enloquecerse por sacar las 5 que necesita para poder ir a comprar lo que a uno se le metió en la cabeza que es el menú ideal. La solución puede estar sencillamente en cambiar el menú y, así, no cargarse de estrés innecesario, porque puede que uno saque finalmente las 5 horas, pero seguramente por esto también dejó de terminar el trabajo que tenía pendiente, de descansar, ir al médico o de hacer alguna vuelta importante… Y desde ahí empieza uno a cansarse con una visita que ni siquiera ha llegado.
Cosas así suelen ocurrir durante el proceso de planeación-preparación de la visita esperada… Uno limpia más de la cuenta, cambia mil veces de opinión con el postre, cocina cosas que no sabe, gasta lo no que tiene y hasta termina “educando” de nuevo a sus hijos para que ese día se porten “a la altura” de la ocasión.
Claro, hay visitas más relajadas que otras, pero la verdad es que cuando se trata de tener invitados sentados en la mesa de nuestra casa, solemos complicarnos más de la cuenta. Así que, quise dedicar un rato a pensar en un par de ideas que pueden ayudar para que cuando sea la hora de decir ¡buen provecho! lo hagamos con una sonrisa sincera y relajada, habiendo disfrutado también la etapa de la organización. Aquí van por si alguien más quiere tomar nota:
- Si vives con alguien, pídele a esa persona que te ayude a planear un menú interesante, y si no tienes mucho tiempo asegúrate de que los ingredientes sean fáciles de conseguir.
- Usa herramientas prácticas para inspirarte. Por ejemplo, en Pinterest hay una infinidad de tableros con ideas muy lindas y fáciles de aplicar a la hora de decorar un jugo, una canasta de pan o de poner una mesa.
- Aunque suene a frase de cajón, recuerda que muchas veces menos es más.
- Piensa más en que la experiencia completa sea agradable y no tanto en que cada plato de la comida sea de concurso internacional. Es decir, un plato sencillo con buena música, unas lindas flores y, sobre todo, un buen mood, puede saber mucho más rico.
- Si no tienes mucho tiempo para arreglar tu casa, decora con cosas que a ti te gusten y que, además, ya sepas cuánto cuestan o dónde se consiguen.
- Usa sólo el tiempo que tienes realmente disponible para planear-ordenar- decorar-cocinar, incluso dejando ratos libres para posibles imprevistos que aparecen en cualquier momento.
Seguro que cambiando ciertos hábitos a la hora de hacer una invitación a comer, tendremos más alegría para ofrecer con cariño nuestra casa y más energía para que si así lo queremos la “rumba” sea hasta el amanecer.
Por Ana