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Family and Friends

Que la vida no se nos vaya siendo una copia

manuelita otero

Como no hay personas perfectas, tampoco hay familias perfectas. Como sí hay personas únicas, también hay familias únicas. Y así algunas veces lo ignoremos, ahí radica gran parte de la gracia de la vida: en la diversidad, en la diferencia, en la autenticidad… no en la lejana perfección o la aburrida copia.

¿No te ha pasado alguna vez que cuando visitas una casa o sales por un buen rato con una familia y la conoces de cerca descubres características especiales y únicas que son difíciles de describir?  No me refiero a lograr poner un adjetivo o etiqueta a la ligera para lograr describirlas, porque eso sí que es fácil: “Ay, es que los Pérez son muy raros”; “los Molano, alegres”; “los Pinzón, muy cansones”; y así sucesivamente, como si cada persona de la familia cupiera en la misma palabra. Me refiero a poder describir con precisión qué es lo que hace a una familia que sea esa familia y no otra.

Esas descripciones son muy difíciles de hacer y toman tiempo, porque no dudo que parte de esa autenticidad familiar sólo se logra poco a poco y paso a paso. Es decir, se va construyendo.

Yo soy de las que sueña con darle “alas” -así suene a frase de cajón- a esa agradable sensación de sentirnos auténticos, únicos e importantes en el mundo. Y como buen sueño que se respete, termina por quitarme el sueño. Así que me puse en la tarea de tratar de pensar y encontrar qué es eso que pueda hacer sentir libre a cada persona de mi familia para que no pierda su autenticidad y no se le vaya la vida tratando de ser una copia de alguien, o tratando todo el tiempo de agradar; porque la verdad es que tanto en el ámbito personal como en el familiar es muy fácil caer en la trampa de querer imitar e imitar innumerables veces los logros, los sueños y los estilos de otros.

Gracias a la experiencia y al instinto, finalmente encontré una de las claves que en mi familia encaja muy bien a la hora de no cortarnos las alas para poder volar con autenticidad: el hecho de entender que todos somos un proceso único y diferente, y que no podemos esperar hasta el final de la vida de cada quien para aplaudir, disfrutar y valorar sólo el resultado final. No. En nuestro caso el quid del asunto radica en entender que en el “paso a paso” de cada uno habrá algunos pasos mejores que otros. También habrá pasos errados de los que uno no querrá ni acordarse; más importante aún, habrá otros que serán pequeños, pero no por eso menos valiosos. ¿Qué tanto más podría uno gozarse la vida si disfruta los pequeños avances… los propios y los ajenos?

En nuestro caso esto de verdad nos parece hasta mágico: elogiar cada logro, cada progreso. Es la forma que encontramos de no destruir nuestra autenticidad ni nuestra familia y de no obsesionarnos con la comparación hasta el triste punto de llevarla al hábito, porque cuando entendemos que tenemos nuestro propio ritmo, ¿qué importa el ritmo al que vayan los demás?

Puede que nunca logre describir a mi familia con las palabras ni las frases precisas, pero si logro gozarme la vida con ellos paso a paso, estoy segura que no me iré de este mundo sin saborear una buena parte de la felicidad.

Por Ana