¿En qué estás invirtiendo?
manuelita otero
En estas últimas semanas Ana me ha estado contando sobre su experiencia de hacer homeschooling con su hija Manu, de 5 años. Si hay algo que es seguro es que ser profesor de los hijos no es algo para personas débiles, porque requiere mucha disciplina, tiempo, esfuerzo, paciencia, energía, creatividad y otros atributos. Tantos, que sería difícil enumerarlos todos. Ella dice que la experiencia ha sido increíble, pero que exige preparación y dedicación continua, lo que implica un tiempo significativo. Ana aún tiene su trabajo y también dedica tiempo a Happily Imperfect, lo que puede hacerla sentir agobiada. Pero ella sabe que está haciendo una inversión. Y una bastante sabia: ella está invirtiendo en su hija.
Tenemos valiosos activos como dinero, tiempo y talento. Cada día que pasa decidimos si los vamos a invertir o simplemente los vamos a gastar. Invertirlos requiere investigación, planeación y paciencia, porque la mayoría del tiempo no vemos el retorno de nuestra inversión de manera inmediata, sino varios años después. Pero si hacemos bien la tarea e invertimos en las cosas correctas, disfrutaremos de grandes resultados y estaremos felices de haber hecho lo que hicimos. Entonces, la pregunta es: ¿en quién estás invirtiendo? Porque las inversiones no son sólo cuestión de plata. De hecho, las inversiones más importantes que hacemos no tienen nada que ver con dinero. Requieren tiempo -sin lugar a duda uno de nuestros activos más importantes-, que cuando lo invertimos en personas, es con seguridad una inversión a largo plazo. Puede que ahorita estés invirtiendo en ti, estudiando hasta tarde después de un día de trabajo para avanzar en tu carrera, o puede que estés invirtiendo en una amiga, ayudándole en algo importante para ella, o puede que estés invirtiendo en una persona que está pasando por un momento difícil o de pronto, como Ana, estás invirtiendo en tus hijos.
Lo más complicado sobre las inversiones es que a veces no sabemos si van a valer la pena y vamos a ver el retorno. Puede que iniciemos una inversión con mucha emoción, pero el camino es largo y el compromiso a veces duele. Puede que tengas dudas a lo largo del viaje y puede que te preocupe pensar que no vas a poder continuar con la inversión. Pero una vez llega la hora de recoger los frutos, olvidas las dificultades y te alegras mucho de no haberte dado por vencida. Ana sabe esto, pero nunca sobra que alguien nos recuerde que en un futuro disfrutaremos de nuestra inversión. A menudo le digo que todo lo que está haciendo ahora sí importa, que es algo más grande de lo que ella puede imaginar; no sólo porque está creando preciosos recuerdos con su hija, sino también porque está creando unas bases muy fuertes para tener una relación que podrá contra la prueba del tiempo. ¿Por qué digo esto con certeza? Porque he estado ahí, justo en ese lugar. He invertido durante años mucho tiempo y esfuerzo en mis dos hijos. Toda mi vida he depositado y ahora estoy recibiendo no sólo el doble o el triple de mi inversión. Incluso, honestamente, no podría decir un número, porque el retorno de mi inversión, de verdad, no tiene precio. Los largos viajes por carretera a torneos de tenis, las cientos de horas esperando en audiciones, el ir y venir de clases y de entrenamientos, las largas charlas, las recogidas después de fiestas a media noche, todo eso vale la pena. Veo a mis hijos ahora y estoy tan agradecida de quienes son y en quienes se han convertido. No son perfectos, pero son jóvenes que quieren marcar una diferencia positiva en todo lugar al que van.
Pregúntate a menudo, “¿En quién estoy invirtiendo?”