El regalo de viajar
manuelita otero
Todavía me acuerdo como si fuera ayer de la primera vez que mi hija viajó. Nikka estaba envuelta en una cobija y su papá la llevaba como si fuera un paquete muy especial. No lloró durante todo el viaje y la mayoría de los pasajeros ni se dieron cuenta de que estaba en el avión, pero para ella ese viaje fue el comienzo de una de sus más grandes pasiones: viajar. Pasión que ha impactado su vida de manera muy especial. En ese primer viaje ella tenía dos semanas. La experiencia de mi hijo Andrei fue similar, pero, en vez de un viaje en avión, su primer acercamiento a la experiencia de viajar fue por un camino destapado -estilo trocha-, justo un día después de haber nacido porque el hospital quedaba lejos de donde vivíamos.
El regalo de viajar continúo. Nos fuimos a vivir a varios países, probamos comidas interesantes, conocimos personas increíbles que viven muy diferente a nosotros. Aprendimos nuevas costumbres, disfrutamos otras culturas, apreciamos la belleza de la naturaleza de cada lugar y amamos cada minuto, incluyendo las decenas de noches sin dormir por el jet lag, los retrasos en los vuelos y las escalas, las empacadas y desempacadas. Hacer de nuevos lugares nuestro hogar tuvo sus retos: cómo encontrar apartamento y colegio aproximadamente cada año y cómo hacer nuevos amigos, pero nos encantó porque sabíamos que nuestro estilo de vida no era común y, esto, fue un regalo que recibimos con los brazos abiertos. Quisimos disfrutar esa etapa y disfrutarla completamente.
Cuando alguna familia con pequeños me pide consejos, siempre les doy como respuesta: viajar con niños. Viajar les enseña a los niños a comer de todo, a ser flexibles, a apreciar y respetar las diferencias, a pensar fuera de lo común, a hacer cosas nuevas y marcar una diferencia, a vivir en el momento… No puedo explicar cómo viajar ha impactado positivamente a nuestra familia, cómo nos ha ayudado a acercarnos más, como nos ha dado una perspectiva diferente, y como nos ha enseñado a dejarnos llevar un poco por las circunstancias e ir con la corriente cuando ha sido necesario. Los mejores recuerdos se crean cuando los cuidadosos planes e itinerarios que hacemos fallan y la vida sencillamente “ocurre”. Nunca olvidaré cuando después de un largo viaje a la India, muy tarde en la noche, en nuestro camino a Nellore, el carro en el que íbamos se dañó. Y, aunque no podíamos ver nada a nuestro alrededor, sí pudimos ver en el cielo las estrellas más brillantes que jamás hayamos visto. O cuando llevamos a un grupo de amigas a Colombia y, como consecuencia de retrasos en los vuelos, tuvimos que viajar tarde en la noche de Barranquilla a Cartagena en bus. Ellas estaban preocupadas, por decir lo menos, pero la unión y la solidaridad que nacieron en ese trayecto nocturno no tuvo ni tiene precio.
Cuando viajamos, las fotos más lindas no son las que nos tomamos al lado de los edificios famosos alrededor del mundo, son las que nos hacen regresar en el tiempo y sonreír. Mis hijos han crecido y también su amor por viajar. Acabamos de regresar de un viaje por Colombia con ellos y con otro grupo de amigos nuevos porque cuando descubres algo que amas, lo compartes. Nikka y Andrei ya no son los pequeños que necesitan ser entretenidos por horas durante los largos vuelos, ahora son jóvenes adultos que les encanta viajar solos, con amigos o con su mamá, lo que me llena el corazón de alegría.
Los viajes en tu vida no tienen que ser a lugares lejanos ni tienen que costar una fortuna, sólo necesitas que ocurran. ¡Necesitas hacerlos realidad! Ya sea un día explorando la ciudad donde vives o un par de días o semanas haciendo el viaje por el que has estado ahorrando por años. Sal, explora el mundo sola, con tus hijos, con tu familia, o con nuevos amigos. Te cambiará la vida y puede ser exactamente lo que has estado buscando.
Manuelita