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Que buen silencio

Tu pasado sucedió hace un minuto

manuelita otero

Hace pocos meses conocí a una mujer que me impactó mucho por su energía, su alegría y especialmente por la seguridad que transmite. En una charla a la que fui, ella contó su historia personal haciendo énfasis en su pasado lleno de problemas; entre ellos: líos con drogas, alcoholismo, relaciones muy dañinas e irresponsables y rechazo en su familia. Como otras historias que conozco, afortunadamente esta también está teniendo un desenlace feliz. Sin embargo, no fue su historia en sí lo que me quedó resonando por días... fue algo que dijo: “cuando hablamos de pasado, hablamos del minuto justamente anterior al que estamos viviendo”. ¡Wow! Eso es totalmente cierto, fue lo que pensé. Jamás en mi vida yo había visto el pasado con esa inmediatez. Para mí el pasado era siempre algo lejano, incluso algo que trataba de años atrás.

Con esta nueva perspectiva de pasado entendí mejor de qué se trata eso de sentirse libre de culpas y de remordimientos día a día. Entendí que no es necesario dejar dormir una herida por años para después hacer un proceso de perdón de “mi pasado”. Sin dudarlo, sentí que Dios me había puesto esta charla en el camino para enseñarme a disfrutar mi vida sin necesidad de acumular por días y meses algo que me molesta -tanto mío, como de otros- evitando así que sentimientos y pensamientos negativos echen raíces sin necesidad. En otras palabras, creo que Dios me está invitando a aprender a “desintoxicarme” poco a poco mientras voy disfrutado de la vida. Ya no se trata de esperar a que llegue el fin de semana, ni el del mes, ni mi cumpleaños, ni la despedida del año viejo -con quemada de listas de cosas malas incluida- para hacer borrón y cuenta nueva. No. Ahora, por el contrario, me doy el permiso y me regalo el tiempo diario de acercarme a Dios con total confianza para hablar de las cosas que van pasando, por las que me siento culpable, así algunas me parezcan pequeñas o bobas.

Vivir sin culpa no es fácil. En un mundo tan acelerado en el que se nos exige y nos exigimos más de la cuenta, hay días en que mi cabeza me bombardea por horas con reclamos y más reclamos: que por qué hice o dejé de hacer algo; que por qué dije esto o aquello; que por qué pensé una cosa y no la otra o, peor aún, que por qué publiqué lo que publiqué en redes (como si no fuera suficiente con los auto-reclamos de la vida no virtual). Claro, es importante que revisemos cómo vamos y qué hicimos minutos antes, pero eso no quiere decir que nos tengamos que obsesionar con nuestros errores y que nos demos lora y cantaleta todo el tiempo; eso no se vale, qué pereza y, además, qué daño nos hacemos. Lo que ya pasó, ya pasó. La verdad, yo me cansé de vivir siendo por años “lamento eterno”. Y con esto no quiero decir que no tenga que aprender de mis errores o ir más allá y restaurar el daño que a veces hago. Lo que pasa es que ahora creo que cuando hay arrepentimiento sincero, Fe y al menos algo de aprendizaje, Dios me regala el derecho de verme renovada inmediatamente, sin tener que esperar ni acumular culpas. Finalmente, tal como Él lo promete, su misericordia se renueva todos los días y es esa promesa la que yo uso cada mañana para saber que puedo vivir sin darme cantaleta ni sentirme culpable.. «Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.» -  Hebreos 4:16

El año pasado tomé una muy mala decisión financiera y, sinceramente, me costó meses superar lo boba que me sentí. Hoy, habiendo escuchado la charla de aquella mujer inspiradora de la que hablé al principio y viendo a Dios de una manera más cercana y menos prevenida -como a un papá amoroso y no como a un papá histérico y lejano-, puedo decir con certeza que me merezco cosas realmente grandes. Incluso bendiciones enormes relacionadas con esa pésima decisión que tomé. ¿Por qué? Porque ya me perdoné, ya aprendí y porque ahora me veo como me gusta creer que Dios me ve: linda, capaz, valiente, inteligente y libre de culpas. «Pues yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza.» -  Jeremías 29:11

Ana

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