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Que buen silencio

Fe real

manuelita otero

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La semana pasada comencé a pensar en lo que iba a escribir. A medida que los días pasaban, varias ideas fueron surgiendo y el sábado ya había escogido el tema. Luego, llegó el domingo y Dios claramente me mostró lo que debía escribir cuando estando en la iglesia escuché lo siguiente: “la mayoría de nosotros no tenemos el suficiente fuego para vivir con la fe y el coraje que Dios quiere que vivamos”. Yo sentí que Dios me estaba sacudiendo un poco para llamar mi atención. Lo interesante es que fuego y fe, más allá de lo comprensible, son palabras que han estado rondando mi cabeza, pero sabía que si iba a escribir sobre este tema iba a tener que profundizar y ser honesta conmigo misma. Yo soy “la mayoría de nosotros”. Mi vida definitivamente necesita más fuego si quiero vivir la vida que Dios ha planeado para mí. 

Si crees en Dios, ¿para qué le estás creyendo?¿Qué es eso que tanto estás esperando de Él? De una u otra forma siempre estamos pidiéndole a Dios algo, todos estamos esperando. Y eso está bien porque debemos pedir y debemos esperar con gran expectativa, pero el problema aparece cuando ponemos nuestra vida en pausa mientras esperamos. Muchas veces lo que estamos pidiendo, por lo que estamos esperando, nos distrae y no notamos las muchas cosas que Dios está haciendo y quiere hacer en nuestra vida. Nos enfocamos en lo que queremos y perdemos de vista el resto. El plan de Dios para nuestra vida es más grande de lo que estamos pidiendo y por lo que estamos esperando o mucho más grande que los problemas que enfrentamos día a día. Por eso necesitamos fuego para alimentar nuestra fe más allá de lo que podemos ver, de lo que queremos y de lo que estamos sintiendo. Yo quiero tener una fe gigante, ese tipo de fe que hace que la gente lo note. No por lo que yo haga o diga, sino porque se nota que es Dios quien está al frente, quien está haciendo lo imposible. Toda la gloria es para Él.  

En Daniel, en la biblia, leemos como Sadrac, Mesac y Abednego se negaron ante el rey a adorar una estatua de oro que el rey había creado. “¡No hace falta que nos defendamos ante su majestad! Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de su majestad. Pero aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua”. (Daniel 3:16-18) Este tipo de fe es la que yo quiero para mi vida. Quiero creer en lo imposible y vivir llena de gozo, no por mi situación o mis circunstancias, sino porque Dios está presente en mi vida y Él es más que suficiente. Quiero recordar que si mi plan falla, es porque el plan que Dios tiene para mí es mucho mejor de lo que yo quiero. Por lo tanto, ¿cómo no estar emocionada? Y esto no es hipocresía. No estoy minimizando el dolor, ni las dificultades, ni la tristeza. La vida es confusa y a veces complicada, pero necesito recordar que Dios es más grande que cualquier cosa que yo esté enfrentando y que Él siempre tiene la última palabra. Necesito mirar atrás para recordar todo lo que Dios ha hecho en mi vida en el pasado y así poder mirar hacia el futuro segura de que va a ser muy bueno. 

Tengo que ser honesta: no voy a recibir una fe ardiente y vehemente si sólo se la pido a Dios durante los diez minutos que le dedico en la mañana. Es algo que va tomar tiempo y que voy a lograr haciendo cosas como tener ratos en silencio disfrutando de Su compañía. Sólo necesito darme el regalo de tener tiempo con mi Creador y, aunque pudiera parecer obvio, ¿quién no quisiera esto? Pero si soy honesta, muchas veces decido hacer otras cosas y no le doy a Dios el tiempo que Él se merece. Si quiero una vida llena de fuego, de fe ardiente como la que Dios ha planeado para mí, necesito estar llena de Él, compartir más tiempo con Él, contarle mis cosas y vivir escuchándolo a Él. En un mundo “hiperconectado”, no puede existir para mí una mejor conexión que estar conectada con Él.

Manuelita